Para turistas, pero llena...

Nos lo recomendó el amigo Mannel. Y el recepcionista del hotel. Y el dueño del restaurante donde cenamos la noche anterior. Parece ser que es una de las mejores opciones por la zona, pese a estar llena de turistas como nosotros.

No aceptan reservas (para qué, si llenan) y tuvimos suerte de pillar la última mesa en la terraza, que era del comedor interior. Más pequeña pero con las sillas más cómodas. Sin mantel y servilletas de papel. Menaje pseudo-rústico. Servicio rápido y eficiente. La carta es amplia con platos portugueses casi exclusivamente. Ni vi ni pedí la carta de vinos.

Almuerzo ligero para dos. Como íbamos avisados, pedimos una ensalada completita, unas croquetas de bacalao muy ricas y una suculenta carrillera de ternera maronesa al Oporto cuya salsa agotó el cesto de pan.

Llegamos a los postres: una versión sui generis de la tarta de queso con frutos del bosque y una baba de camelo con crujiente de jamón que me encantó (recomendación de la señora que se pasó toda la comida dando órdenes a los camareros cual sargento chusquero, pero que resultó muy agradable cuando habló con nosotros).

Para beber, un par de cañas.

El precio resultó subidito respecto a locales de otras zonas de la ciudad, pero las vistas se pagan incluso en Oporto. Y no comimos nada mal...