Nueva llegada a Madrid en tren con madrugón por lo que cruzas la calle y te encuentras con el local de más fama en bocadillo de calamares de Madrid, y ... caes en la tentación de exportar el "esmorzar" valenciano para fuera de nuestras fronteras.

No hay cambios en el local, solo que a esta hora de la mañana, la gente está desayunando churros y porras, por lo que miran raro a tu:

. bocadillo de calamares: en este caso un mini que aún no estoy bastante despierto y además hay comida especial. Pan correcto, perfecta fritura de los calamares y buena compañía de cerveza de presión.

Lástima que lo del cremaet les quede imposible por estos lares. Son muy básicos en el café.

Un local frente a la salida de Renfe de Atocha con lo que se convierte en una buena opción para comida rápida al entrar o salir de Madrid en tren, y así olvidarse de esa plaga de franquicias de comida / bocadillos / sandwiches semipreparados, tan anónimos como insulsos.

Tiene una terraza exterior que, salvo que llueva, está siempre llena. La barra atestada de clientes pero con mucho camarero muy profesional al otro lado dando un servicio muy rápido y eficaz; enfrente está donde se corta jamón sin parar de dar servicio a las muchas demandas que se producen. Tras unos escalones subes a la segunda parte del local donde la barra se ubica enfrente con la misma celeridad y servicio, teniendo también enfrente el servicio de cocina donde destaca la freiduría. La comunicación entre demandas y servicios se produce a la antigüa: a gritos y oido cocina.

La carta de comidas contiene todo lo que esperas de estos sitios tanto en versión bocadillos baguettes (29 opciones diferentes), con pan de chapata (7 posibilidades) y hasta 20 minis; también hay versiones en formato raciones. Pero hay algo imprescindible de conocer y que le ha hecho famoso "en el mundo entero": el bocadillo de calamares. Hecho con calamar (no anillas de calamar) rebozado en harina de garbanzos y frito en aceite de oliva virgen extra y con un pan recien hecho.

Opté con bocadillo de calamares rebozados (6.50 €), lo sirven ya partido por la mitad, y puedo confirmar que la fama es merecida. Gustó tanto que compartí otro para completar la comida que aligeraba la espera del tren. Con un par de cañas más un carajillo, en menos de 15 minutos a la calle, cruzar el semáforo y entrar en la estación.

Misión cumplida.