Sí, pero no

Para la comida del viernes, día 2 de noviembre, nuestra “avanzadilla” al Encuentro de Restauranteros ya había crecido hasta los siete comensales y decidimos reservar en uno de los restaurantes con más renombre en la capital gallega. El local se sitúa un tanto alejado del centro histórico y cuenta con una zona de barra y bar en primera estancia y un comedor interior más elegante al que se accede tras subir unos cuantos escalones. La decoración predominante es de estilo más bien clásico con presencia notable de la madera y las tonalidades marrones. Mobiliario un tanto más moderno y que destaca por su amplitud y comodidad.

Alberto Lareo, cocinero de Manso, elabora una carta con carácter estacional que se fundamenta en el producto de temporada y que, partiendo del recetario tradicional, integra algún toque contemporáneo bien sea por el uso de técnicas más modernas o por la inclusión de ingredientes más novedosos.

Nuestro horario de llegada (15.00 h) no permitió disfrutar del menú degustación, cosa que convenientemente se nos comunicó por teléfono en el momento de hacer la reserva. Fue el mismo equipo del restaurante el que se ofreció a confeccionar la comanda, propuesta que aceptamos. Se sacaron algunos de los platos en formato individual y otros al centro de la mesa para compartir:

- Paté de sardina: Pequeño aperitivo servido individualmente. Buen sabor el del paté y original en su forma el crujiente que acompaña para poder tomarlo.

- Sopa de castañas: pequeño cuenco, también individual, con leves recuerdos al fruto seco. Echamos en falta más personalidad.

- Jurel marinado: de los mejores platos de la comida. Perfectamente desespinado, fresquísimo y con aliños cítricos muy equilibrados pero dándole vidilla al plato. Muy rico.

- Alcachofas, jamón y huevo: Un clásico que siempre gusta. Correcto, sin más. Las alcachofas quedaron un poco duras.

- Setas con crestas de gallo: Las crestas del ave se presentan de dos maneras: unas guisadas, las otras deshidratadas y fritas a modo de snack crujiente. Nuevamente nos faltó un poco más de pegada en las setas y un puntillo más subido de sal. El crujiente quedó duro en exceso, cosa que dificultaba su ingesta.

- Vieira gratinada: Personalmente me gustó. Hubo a quienes no tanto. Plato sencillo y servido a temperatura perfecta.

- Steack tartar con foie: En la línea general que venimos comentando en el resto de platos: una buena idea, una ejecución correcta, pero… en este caso la conjunción de la carne con el foie daba como resultado un sabor un tanto sorprendente, como de sobrasada, pero quedando muy neutralizada la potencia de la carne que debe predominar siempre al degustar un steack tartar.

- Merluza con salsa de berberechos: Buen producto pero tal vez un pelín pasado de cocción. Rica la salsa de acompalamiento.

- Capón: Se sirve desmenuzado y en forma de pastel/terrina. Quedó bastante seco. Tal vez requería un salseado más generoso.

Antes de servir los postres nos sugirieron compartir entre los siete comensales las cuatro propuestas más atractivas de la carta. Lo aceptamos: buen consejo y buena decisión,

- Helado de limón y aguacate: Postre muy agradable y sorprendente. Puntos ácidos muy punzantes que se neutralizaban con la sedosidad de la mouse de aguacate. Gustó tanto que repetimos.

- Torrija: Perfecta. Tierna, en su punto justo de dulzor y con el acompañamiento de una especia de crema de mantqeuilla y una bola de helado que le iban muy bien. También repetimos.

- Frutos rojos: Aún estando por debajo de sus predecesores, gustó también mucho. Muy vistosa la presentación y rico el resultado final.

- Avellana y chocolate: un broche de oro para una parte dulce realmente brillante.

En el apartado del bebercio tomamos unas cuantas botellas de vino. La elección corrió al 50% entre el equipo de sala del restaurante y los compañeros más entendidos en el tema. Salieron a la mesa una botella de cada uno de estos vinos: Viña de Martín (Ribeiro), Castellum Augusti (Albariño), Aphros Loureiro (Portugal), Lapola (elaborado mayoritariamente con uva godello aunque también tiene algo de albariño y otras variedades minoritarias) y Guímaro y Lalama, ambos vinos tintos de la Ribera Sacra elaborados con uva mencía mayoritariamente. También tomamos agua y cafés.

Como conclusión les diré que no comimos mal, pero que ciertamente las expectativas eran bastante más altas. Como soy de los que siempre prefiero quedarme con la parte positiva, destacaría el jurel y los cuatro postres que rayaron a gran altura.

  1. #1

    JoseRuiz

    Una lástima, tal vez no era el día...

    Empieza a ser tendencia incluir el aguacuate en los prepostres.

  2. #2

    Fer B.

    Las malditas expectativas... aún así algo más... no sé... la cantidad desmesurada de cebolla en la vieira con saturación grasa elevada en el gratinado, los puntos de sal faltos, el enjuto capón...

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