Una vez superados los calores veraniegos y las aglomeraciones de gente que soporta una ciudad tan turística como Denia en el periodo estival, nos decidimos a visitar este local de reciente apertura y con buenas referencias por parte de gente conocida. Al frente del negocio la segunda generación de una familia con gran arraigo en la localidad que ha gestionado desde hace muchos años el restaurante Fernando en la carretera de la playa de Les Marines conocido por su oferta de arroces y mariscos. El restaurante se ubica en la calle Sandunga que, tras la reciente remodelación que ha conllevado la peatonalización de la misma, ha quedado francamente bien y que puede llegar a convertirse en otra zona de ocio en auge con la presencia de este local y otros consagrados como el bar Aitana o el restaurante Santa Santorum.

El restaurante se ubica en una casa de pueblo que ha sido completamente remodelada. Comedor amplio y luminoso, servicios de nivel, interiorismo cuidado y elegante y un inmenso tesoro que alberga el local y que no es otro que una gran terraza interior que se ha decorado igualmente con mucho gusto y que comprende una zona de comedor y otra de chill out propicia para alargar la velada degustando algunas copas más. Realmente todo muy bonito y acogedor.

La carta es extensa y reúne un buen muestrario del recetario marinero tradicional (pescados, mariscos, arroces, carnes clásicas…) y otras propuestas de carácter un tanto más cosmopolita y contemporáneo: tartares, ceviches… Se ofrece un menú por 22,00 € que se compone de tres entrantes y un principal a elegir entre arroz, pescado o carne. Nos decantamos por él, pero decidimos complementarlo con alguna propuesta bastante más distinguida y, todo sea dicho, más cara.

Ostras Gillardeau: dos unidades por cabeza (3,80 € cada una): riquísimas, de sabor contenido y elegante y calibre considerable (fuera del menú).

Gamba roja de Dénia: dos unidades por cabeza. Éramos un grupo grande, de trece personas por lo que salieron 26 unidades con un precio de 140,00 € (unos 5,00 € por unidad). Calibre mediano (lo que aquí llamamos gamba de segunda), cocinadas levemente a la plancha (las prefiero hervidas pero no hay queja alguna sobre el punto de éstas) y con una bonita presentación sobre un lecho de sal (fuera del menú).

Ensalada valenciana: muy básica. Brotes verdes, tomate normalillo, aceitunas y ventresca de atún. Correcta.

Coquetes variades: una pequeña coca por persona con distintos condumios: anchoa en salazón, mullador (pisto), cebolla y queso de cabra. Bien la masa, no tanto el condumio.

Figatells de sepia “bruta”: Tapa que ha popularizado un famoso cocinero que oficia en esta ciudad y que se ha extendido admitiendo variaciones en muchos restaurantes de la comarca e, incluso, de la Comunitat. Calibre no muy grande y sabor intenso el que le confiere la tinta de sepia (o de calamar) que se usa con generosidad para darle ese aspecto totalmente negro. Se sirven sobre un lecho de cebolla caramelizada.

Como plato principal yo tomé lubina: media lubina de piscifactoría perfectamente desespinada y preparada a la plancha con un leve toque de horno, intuyo. Estaba rica, como también las verduras crujientes que acompañaban (berenjena, brócoli, pimiento, patata….). Salieron también a la mesa para otras personas chuletillas de cordero y arroces de dos tipos, ambos melosos: uno de sepia y el otro de boletus. Se hablaban maravillas de ambos.

A la hora de los postres se sirvieron algunas bandejas surtidas de ellos con las propuestas más habituales en la hostelería de la zona: mouse de chocolate, tarta de queso, de calabaza, limón… Correctas.

Tomamos varias cañas al comienzo y les siguieron varias botellas de cava (dos de Vegalfaro cuyas existencias agotamos rápido y al menos cuatro de Pago de Tarsys) y unas tres o cuatro de vino tinto Arzuaga crianza. También hubo cafés y concluimos la comida acomodados en la zona chill out con algunos gin tonics Premium que se cobraron a precios que oscilaron entre los 8,00 y los 10,00 €.

Se ha relatado todo al mínimo detalle par que se tenga en cuenta a la hora de valorar el precio. Lógicamente se puede comer bastante más barato y también más caro si se opta por el pescado y el marisco fresco. El servicio fue atento y eficaz en una mesa tan grande como la nuestra y vuelvo a recalcar el gran encanto del local como uno de los puntos fuertes del restaurante. Como propuesta de mejora la confección de ese menú que resulta un tanto clasicona y que podría combinar alguna de las propuestas que se ofrecen en carta.