Todas las personas que habían estado en Malta a las que consultamos nos aconsejaron desplazarnos un día hasta las localidades de Marsaskala o Marsaxlokk para degustar los pescados típicos de la isla. La mayor parte de la costa está configurada por acantilados con lo cual son más bien pocos los puertos pesqueros en Malta. Prácticamente sólo hay estos dos.

La localidad de Marsaxlokk tiene un bonito puerto y, frente a éste, un paseo marítimo sobre el cual montan sus terrazas más de una decena de restaurantes. Siguiendo las indicaciones de un conocido portal de valoraciones (y sin que sirva de precedentes) nos encaminamos a la Reggia con la clara intención de tomar pescado. Ese día coincidimos con unos amigos que residen en Malta con lo cual la mesa quedó configurada por cuatro comensales.

Curiosa carta que cambia prácticamente en un 80 % del servicio de comida al de cena. Platos típicos de producto y alguno que otro con un toque más moderno y actual.

Compartimos al principio un plato de pulpo a la brasa. Se emplata con la ayuda de un molde circular y configuran el plato una base de puré de patatas y ajo y, sobre éste, el pulpo ya cortado. Muy rico aunque la ración es un tanto escasa teniendo en cuenta el precio y lo abundantes que resultan éstas en el país.

Como plato principal yo tomé un pescado que intuimos por su nombre que debe de ser la lampuga (lampugi) y por su similitud a otros pescados azules. Se marca a la plancha y se acaba en el horno. Cuatro hermosos filetes sobre una especie de pisto que se elabora con tomates, cebolla y pimientos y con unas ligeras notas a nuestro reconocible suquet. Muy rico.

Otro de los comensales con el que compartí el principal pidió el pescado de captura del día. Solo nos mostraron una variedad, una especie de dorada de color más claro y con un tenue color rosáceo. Varias unidades de la misma con tamaños que oscilaban entre los 400 y los 600 gramos cada una de ellas etiquetada con el precio final a la que resultan.

Los otros dos comensales se pidieron un carpacho de pescado fresco y un canelón de conejo, siendo éste último animal el plato estandarte de la gastronomía maltesa.

No tomamos postres. Tampoco vinos, excepto yo que tomé un par de copas de vino blanco (vermentino). Hay una carta bastante extensa de ellos con referencias de varios países, entre ellos España (Marqués de Riscal verdejo y tinto). El resto de los comensales cerveza, agua y algunos refrescos. Sí hubo cafés. En la línea habitual: muy ricos.