Casa Mercedes

Guisandera. Es lo que pone en la tarjeta. ¿Y cómo llegué aquí? Pueees... con el pico picaba la hoja, con la hoja picaba la flor.
En el capítulo anterior (de "Canción triste de Hill Street") comentaba que en Cataria conocí un aceite. Al día siguiente fui a la almazara. Como esto fue un giro de guión (¡chúpate esa mandarina Tarantino!) no tenía idea de dónde ir a comer. Pregunté en la almazara dónde irían ellos y me dijeron que fuera a este lugar. Dicho y hecho.

Es un restaurante/bar como tantos otros. Como cualquiera que puedas encontrar por allí o por allá y en cualquier lugar de España. Local vacío. Manteles (ojo, de tela. Gentes de bien) sobre una docena de mesas más o menos. Una amable persona en barra y una persona en cocina. Persona humana que se asoma también a saludar desde los fogones. Que parece una tontería, pero oye, que siempre hay como una división entre sala-barra-cocina y con estos gestos tan sencillos establecen un hilo de unión entre todas las zonas.

La carta: Es un folio escrito a mano de arriba a abajo. Un montón de primeros y otro montón de segundos. Cocina de producto local. Sin tonterías. Cocina de ir al mercado y comprar lo que hay en el lugar.

Es la persona de la cocina la que viene a tomar nota. Tiro por algo fresco, que vengo con calor. Ensalada de pimientos asados y atún. Te explica que los pimientos los asan ellos mismos en la parrilla que tienen allí mismo y que el atún es una conserva propia que también hacen ellos. Esto promete. Y en un tris llega la ensalada. Oye, pero no un platito de ensalada puesto con la estética actual. No, esto una casa de comidas y aquí se viene a comer. Y me plantan una pedazo de ensalada que sería como para dos o tres personas. Y os digo una cosa: Es la mejor ensalada que he comido nunca. Una delicia absoluta. Apenas dos o tres ingredientes (que también llevaba un güevo cocido) y os aseguro que, repito, es la mejor ensalada que he comido nunca.

Vamos con el segundo. No había comido carne en toda la semana, así que vamos con lo local. Entrecot de retinta. Te pregunta por el punto y confirmas con ella que al punto es rosada y sin sangrar. Pues nada, que te traen un plato enooorme con un entrecot de verdad. Quiero decir que uno ya se ha acostumbrado a que el entrecot tenga el tamaño de un filete con pretensiones. Oye, pues no. Un precioso entrecot como de dos palmos y algo más de dos dedos de grosor. ¿Y el punto? ¡Perfecto! De verdad. Una casa de comidas y clavan el punto de la carne haciéndose un Nadia Comanecci. No fuera a quedarme con hambre lo acompañan con patatas fritas y calabacín y berenjena a la brasa. Ojo a las patatas. Fritas de manera impecable también. Crujientes por fuera, cremosas por dentro y sin pizca alguna de aceite. Algo que parece tan sencillo y que rara vez se encuentra: ¡Unas patatas fritas impekeibols!

A esas alturas de comida ya estaba hecho una bolita; sonriente, pero bolita. De modo que a los postres (caseros) no pude llegar y me limité a un café (bueno) con hielo. Mirad, son tan amables que incluso me dijeron que si estaba muy lleno podiamos esperar un rato hasta que me bajara la comida y entonces seguir con el postre. ¡Ole!

Guisandera. Casa de comidas. Sonrisa.

Pues esta felicidad de comida casera, con una cerve y agua fueron unos 30 EUR.

Recomendado por 3 usuarios
  1. #1

    Abreunvinito

    Y la alegría que da coocer lugares como éste...
    Saludos

  2. #2

    jose

    en respuesta a Abreunvinito
    Ver mensaje de Abreunvinito

    Cosa mala. Es un lugar para volver.

    Saludos,

    Jose

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