Ambiente rústico en una barriada

Aterrizamos por casualidad en Can Pope en una barriada alejada del centro de la población, nos llamó la atención su fachada de piedra rústica y rótulo de gruesa madera y nos decidimos a entrar sin saber donde nos metíamos.

El interior cuenta con tres pequeños espacios donde se ubican las mesas de madera rústica y sillas también rústicas tipo castellano, camino de mesa en las mismas, dos chimeneas en dos de los habitáculos, una de ellas de grandes dimensiones, paredes y arcos de piedra.

El local está regentado por una pareja de origen rumano ayudados por un joven camarero, trato amable y simpático con ganas de agradar.

Trabajan solamente el menú y tienen uno de día y otro de noche un poco más sofisticado y de precio algo superior. El menú tiene opciones de siete entrantes, siete platos principales y siete postres, uno de los principales con suplemento de 2 euros. Diponen de platos para niños.

Compartimos los primeros, mejillones al vapor, buenos y abundante ración y delicias de calabacín, una especie de mus aunque con mayor consistencia de calabacín, bacon y queso, acompañado de salsa de tomate casera, bueno.

Arroz caldoso de sepia, mejillones y gambas de pequeño tamaño aunque era un producto fresco, de buen sabor y servido en la cazuela. Este es el plato que tiene el suplemento de 2 euros por comensal.

De postre un postre típico de Rumanía, Papanasi y biscuit glacé con chocolate caliente.

Una botella de agua y un vino blanco joven de la D.O. Empordà, Espiadimonis el servicio del mismo consistió en descorche, cata y primer llenado.

Dos cafés incluidos en el precio del menú y fuimos invitados a dos chupito de limoncello de elaboración casera.

No es un restaurante al que volveré expresamente, aunque he de reconocer que tiene una buena oferta de menú para su público objetivo.