Original propuesta en La Safor

Teníamos reserva para hoy desde hace tres meses en el afamado “Baret de Miquel” en Dénia, pero el desafortunado accidente de la semana pasada en la cocina del mismo, obligó al equipo a cancelar todas sus reservas, de momento. Nos vino a la mente este lugar del  que nos habían hablado bien y en el que ya habían estado anteriormente dos de los cinco comensales que nos hemos sentado hoy a la mesa. Para allí que nos hemos ido.

El restaurante se ubica en pleno centro de Villalonga, muy muy cerquita de la iglesia. La decoración mezcla la esencia rústica de una casa típica de pueblo y algunos elementos más actuales. El conjunto resulta agradable.

La carta de La taska reúne no más de quince propuestas entre ensaladas, entrantes, carnes y arroces. Todas ellas podríamos calificarlas como poco usuales, excepto las croquetas. Es justo reconocer la valentía de Édgar y Paula y es que aquí se ha apostado por una línea de cocina que se aparta totalmente de los platos más tradicionales y extendidos de la zona. En muchos de ellos se adivina la impronta que ha dejado el paso de Édgar por Taiwán.

Tal como establece la norma de la casa, ya habíamos encargado la fideuà en el momento de hacer la reserva. Nuestra comanda, pues, se ha limitado, pues, a escoger las bebidas y los entrantes. Unas Alhambra reserva mientras decidimos y un más que correcto pan, acompañado de dos tarritos muy monos: allioli de albahaca en uno, tomate rallado en el otro. A continuación, hemos disfrutado de:

- Rocas de mar: Buñuelos de bacalao elaborados con la propia tinta del cefalópodo con lo que se consigue que parezcan verdaderas piedras negras, como trozos de carbón. Muy sabrosas.

- Gyozas de langostino: Llegan a la mesa un tanto resecas. Desconozco si se debe a una cocción más duradera de lo aconsejable o que ha transcurrido demasiado tiempo desde su preparación hasta el servicio en mesa. Riquísimo el fondo reducido de crustáceos que se sirve para acompañar. Ha arreglado considerablemente el pequeño error que comentaba.

- Langostinos thai: Excelentes. El fondo del plato es una especie de sopa-crema elaborada con leche de coco y los condimentos característicos del sudeste asiático: la lima kaffir, la citronela, el jengibre… Nunca me canso de esos sabores cítricos y exóticos. Considerable el tamaño de las colas del crustáceo.

- Mollejas a baja temperatura, mantequilla de trufa, setas y huevo poché: Otra maravilla. Cazuela que llega a la mesa tapada y que, al abrirse, deja escapar el humo que se ha introducido a conciencia para dar unos muy acertados matices ahumados al conjunto. Ración un tanto escasa para compartir los cinco. Hubiese caído otra igual.

- Fideuà taiwanesa: Plato que ha tomado cierta relevancia y que ejerce como estandarte de la casa. La base de la fideuà es la combinación de un caldo de ave con setas variadas y unos trozos de secreto ibérico que se cocinan anteriormente a la brasa para dejar un trasfondo ahumado muy perceptible cuando se degusta la carne. En el momento de la ebullición se infusionan unas hojas de lima kaffir, unos brotes de lemon grass, unas láminas de jengibre y unas guindillas. Además, el conjunto se condimenta con plancton marino lo cual le confiere una tonalidad verde muy vistosa y original. El resultado, como se intuye, no tiene nada que ver con la tradicional fideuà de la comarca de la Safor. Rica, pero, sobre todo, original y sorprendente.

- Postre en texturas: Se sirve en un tarro de cristal y se estructura en tres capas: una masa de calabaza en el fondo, una compota de fresas en el centro y una cobertura a base de yogur. El conjunto se condimenta además con jengibre y lima. Refrescante.

- Hemos maridado los postres con unos ricos Cocktails Negroni a su manera elaborados con vermut rojo, vermut blanco, campari, mistela y corteza de naranja.

- Muerte por chocolate: Una buena tajada de una riquísima tarta de chocolate. Se combina en el plato con unas motas de chocolate picante y una bola de helado.

La carta de vinos es suficiente para un local así y los precios son bastante comedidos. Hemos tomado una botella de Dominio de la Vega Brut Nature y otra de Terras Gaudas 2017. Servicio correcto en cuanto a temperatura, exposición de la botella a la mesa,  rellenado de las copas…

En definitiva, un lugar muy agradable en el que son evidentes las ganas por ofrecer algo diferente en un pueblo como Villalonga y que rebosa afán por hacer las cosas bien hechas, cuidando cada uno de los detalles que toda buena experiencia gastronómica entraña: sala, servicio, comida, vinos…

  1. #1

    JoseRuiz

    Se agradece una propuesta algo original que se salga del "aeiou"...

  2. #2

    oscar4435

    Ya vi en facebook lo del Baret , mala suerte .

  3. #3

    Obiwan Ferran

    Pues pinta bien el sitio, me lo apunto. Por cierto, los buñuelos eran de bacalao o de calamar? Lo digo porque como a continuación comentas lo de la tinta del cefalópodo he pensado que igual te habías despistado. Saludos!

    Ferran

  4. #4

    Antoni_Alicante

    en respuesta a Obiwan Ferran
    Ver mensaje de Obiwan Ferran

    No me he explicado bien. Ahora ya no me deja editar. Son buñuelos de bacalao, pero se usa también tinta de calamar. Buena apreciación por tu parte. Saludos.

  5. #5

    Antoni_Alicante

    en respuesta a JoseRuiz
    Ver mensaje de JoseRuiz

    Con todos los respetos para los empresarios de la hostelería, la Safor necesita un buen meneo en lo gastronómico, especialmente para aquellos que nos gusta variar nuestra "dieta".

  6. #6

    Antoni_Alicante

    en respuesta a oscar4435
    Ver mensaje de oscar4435

    Muy mala suerte. Remontarán, seguro que sí!

  7. #7

    jacomur

    Siempre dándonos pistas a los que visitamos la zona. Gracias. Ya siento lo del bareto de Miguel. Saludos desde la Capital del Hojaldre, Torrelavega.

  8. #8

    Abreunvinito

    Buena y diferente propuesta.
    ¡Qué no sabras tú de la Safor!!
    Saludos

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