Fecha de visita: 01/04/2018
Cena 2 pax.
Precio por persona: 78 euros.
Comida 8,5.
Entorno: 7
Rcp: 7,5
Servicio: 7
Servicio del vino: 8,5
Lo mejor: La calidad del pescado sobre todo en el sashimi, el rollo ebi-wasabi-roll y los vinos fuera de carta.
Lo peor: Los lavabos no están a la altura.
Es nuestro restaurante japonés de cabecera. Visitado en numerosas ocasiones y con muchos amigos, pero por una razón o por otra nunca escribía su comentario. Es el que más me gusta de la segunda línea de restaurantes japoneses en Madrid, especialmente tras la incorporación del actual maitre. En mi opinión, la primera línea y a otro nivel estarían los kabukis, especialmente el Wellington, el 99 sushi bar del Eurobuilding y más purista Kappo, estando todavía en esta categoría, pero al límite de bajar a la siguiente Miyama del Paseo de la Castellana (creo que perdió mucho tras la salida de Hiroshi).
Sábado Santo, 100% de ocupación, doblando y creo que triplicando mesas.
Dispone de dos salones, el de la entrada es mucho más bonito, destacando la preciosa barra de madera de color claro que continúa en una de las mesas largas. La sala del fondo, donde nos situaron en esta ocasión, es bastante más sosa, pero no está mal. La mesa que menos me gusta es la del fondo, junto al armario de conservación del vino, es más privada, pero siempre me ha dado una sensación más fría y desangelada, cerca de la salida de la cocina caliente y de la entrada del baño (si se puede, mejor evitar). Mesas bien vestidas, pero algo juntas.
La carta es bastante extensa para ser un restaurante japonés, con muchas opciones que se salen de lo habitual, teniendo platos de cocina caliente muy apetecibles y algunas variaciones que suelen tener mucho éxito, como las brochetas de zamburiña con salsa ponzu y crema de naranja, la tempura de boquerones o las bolas de txangurro. Desconozco si existe menú degustación, pero creo que no. Optamos por la siguiente comanda:
No tomamos postre en esta ocasión, pero tienen algunos que están bastante bien, alejándose de los postres tradicionales japoneses.
El servicio de sala correcto, pero sin destacar, a excepción de Chabi, el maitre. La experiencia mejora enormemente si la comanda la toma él ya que hace numerosas recomendaciones.
En el apartado de vinos, tienen una carta bastante buena para un restaurante japonés, pero el fuera de carta es fantástico. Aquí es imprescindible comentarle tus preferencias a Chabi o bien ir directamente a echar un vistazo al armario de vinos. Se pueden encontrar cosas verdaderamente interesantes. En esta ocasión nos sugirió un vino seco de Pedro Ximenez, Ximénez-Espinola, que nos encantó (eso sí, no era barato, 50 euros, motivo por el que subió el precio por persona). Si se avisa también permiten el descorche, aunque no recuerdo cual es el precio, conviene aclararlo al hacer la reserva. El único fallo en el servicio del vino es que la cubitera está lejos y el resto del personal a veces se olvida de rellenar la copa, mejor pedir una funda y que la botella se quede en la mesa.
Por último, para el fin de semana, conviene reservar con unos cuantos días de antelación, ya que el local no es muy grande y está siempre lleno.
Como siempre disfrutamos mucho, lo recomendaremos y seguro que volveremos.
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