Local situado actualmente en una calle un poco apartada, a la que han llegado como tercera ubicación. Cuesta un poco identificarlo, cuando estábamos buscándolo pasamos de largo la primera vez porque no tiene nada llamativo en la fachada. El interior es espacioso, con la luz exterior tamizada por unos ventanales traslúcidos. Decoración de estilo industrial, cocina integrada en la propia sala, mesas amplias, con buena separación y buena cristalería y vajilla.
La carta no es muy extensa, apenas 15 platos, de los que en la misma se recomienda pedir un mínimo de dos por persona. Existe un menú degustación que consta de 9 pases a 46€. Aunque no existe una opción de maridaje formal me dejé llevar por lo que el sumiller me fue proponiendo en cada plato, y el resultado fue el siguiente:
A los postres nos decantamos por:
Como acompañamiento de los postres tomamos un moscatel rojo de Horacio Simoes (1,80€, fue una copa pequeña) y el excelente PX Tradición (6€).
El servicio fue completo, atento y dando margen para disfrutar de los platos.
Opción que se sale de lo tradicional en la zona proponiendo innovación a partir de los productos locales con innovación y acierto. Se disfruta a gusto y se queda uno con ganas de volver y probar más cosas de la carta, que va rotando según temporada.
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