Todo se inica con el Sucrer, enclavado al sud-este del Parque Natural de la Albufera y dentro del término municipal de El Mareny de Barraquetes en el año 2000. Agustín Fos, propietario del huerto de naranjos de la conocida en la zona como “finca del sucrer”, decide rehabilitar la casa de campo existente desde principios del s. XX para transformarla en restaurante, transformando todo el huerto de naranjos en los jardines actuales.
Tras el éxito del mismo, se abre en Valencia este local situado entre la avenida del Puerto, Cardenal Benlloch y Avenida Aragón, en una escondida y tranquila plaza. Bien decorado en tonos de blanco, negro y gris (suelo), con madera y una insonorización más que sobresaliente, con mesas separadas (de verdad) de forma que ni espalda con espalda ni hombro con hombro, con servicio en sala muy voluntarioso. Buenas copas, cambio de cubiertos, mesas de madera con manteles de camino de mesa, sillas más decorativas que cómodas. Decoración en paredes de botellas de la carta, con nichos contenedores. Transmite elegancia.
Local con lleno completo. Carta de comidas, exactamente como en la web, con varios entrantes frios y calientes con más presencia de productos marinos que terrestres, un destacable apartado de croquetas y sobre todo, su punto fuerte: los arroces tanto secos como melosos (11-18€), así como un par de fideuás. Hasta seis opciones de carnes y otro tanto de pescados con el anuncio de buenas brasas, amén de un gran horno de cocción que se ve en la cocina, ubicada al fondo de la sala y a la vista (mientras estés de pié).
La carta de vinos no es muy amplia pero sí variada con algunos propuestas novedosas tanto en blancos como en tintos. Los precios con sobrecargos contenidos.
Cinco para comer "arrocito" en tradicional reunión trimestral (más o o menos) con encargo previo del arroz. De entrada tomamos 3 vermuts de quien no supimos su filiación, una clarita y una cerveza de barril; un buen pan y un aceite Nodus cumplidor, más unas papas de cortesía puestas ya al centro de la mesa, alegraron la corta espera de la comanda. Buen ritomo de servicio de platos desde cocina.
Para beber: un siempre seco tempranillo blanco de Fernández de Piérola 2016 (13€) y un buen Angosto de Los Almendros 2014 (22€) más una agua de litro.
Para comer:
. aperittivo de la casa por cortesía: crujiente de foie, a modo de rollito primavera. Muy agradable.
. pata de pulpo a la brasa. bien hecha, carne tersa pero no dura, sabroso. ¿Seguro que los pulpos sólo tiene 8 patas? Hay que ver la de patas que se sirven en un dia en toda España.
. témpura de verduras con una leve capa de miel de caña: finas tiras, bien de crujientes y sin exceso de miel.
. croquetas: cada uno pudo elegir la suya de lo que quería y al final fueron 2 de jamón ibérico y 3 de boletus y foie. Tamaño correcto (algo más de un bocado) bien de sabor, buen rebozado, nada aceitosas y cada una sabía a lo suyo.
. tartar de atún con alga wakame: bien cortado aunque con tamaño algo grande, bien de sabor y bien aderezado, en buena ración. Recomendable.
. arroz meloso (para 4) de gamba, cigala y buey de mar: buen fondo, perfecto punto, amplia ración, tropezones en cantidad correcta. Recomendable, salvo la incomodidad de tener que trocear las patas del buey de mar (unos cortes previos hubieran estado bien). Servido al centro de la mesa a petición propia. Recomendable.
. postres: hubo variedad aunque huyendo el temible "variadito al centro"; todos bien presentados, raciones generosas. Tomamos: piña natural, fresas con natas (muy bien presentadas). Además una tarta Tatín y un par de torrijas todos ellos con compañia de helado. Buen punto dulce sin saturar y con helados refrescantes.
Unos buenos cafés bien preparados y unos sorbetes por cortesía de la casa traidos ya servidos y por tanto de orígenes desconocidos. Un rato de sobremesa para salir con tiempo para unos cortos GT de camino al fútbol (y además ganamos -de casualidad-, día completo).
Sitio a tener en cuenta.