Es un bar. Sí. Un bar. Que no todo son restaurantes brilli-brilli, prendas.

Que una compañera del currele de origen peruano me lo recomienda y vale, pero me dice que su señora madre, 500% peruana, no le pone objeción al lugar y le vale como comida peruana casera... ¡Pues tengo que ir! Y allá que me voy al barrio en que di mis primeros pasos titubeantes (ahora siguen siendo titubeantes, pero ya no primeros pasos).

Local amplísimo, limpio como los chorros del oro y personal amable y que te recomienda para que no te pierdas demasiado en cantidades y en lo que desconoces (que en mi caso es, siempre, mucho).

Me iba yo de cabeza a los anticuchos y también quería probar la leche de tigre y el lomo saltado (esto para compararlo con el mío. Cosas de mi ego y tal). Que ya me dijeron que ande voy con este cuerpo serrano... que eso es mucha comida. Pues ná, lo dejamos en leche de tigre y lomo saltado.

Me encantó la presentación de la leche de tigre. De lo más naif. Pero leche ¡estamos en un bar! Eso sí, bien rica. Con bien de pescado, maíz, pelín alta de sal pero bien. Picor y cilantro contenido (este comentario va para los melindríticos). Muy rica.

Vamos con el lomo saltado. A ver, como si mi abuela hubiera revivido y fuera peruana. Un generoso plato con el lomo saltado, patatas fritas y arroz blanco. Ración generooooosa.

Todo esto y dos cervezas por 26 EUR. ¿Para volver? ¡Toma claro! Eso sí, abstenerse los chupiguays, que esto es un bar y esto es Carabanchel, wapis.