En la villa marinera

Restaurante recomendado por conocidos, le guardabamos en la recamara para algún domingo de estos donde debemos estar cerca de Bilbao pero queremos probar alguna novedad. Hicimos la reserva y allá que nos dirijimos.

Domingo soleado, pero para nada cálido, en este extraño noviembre que nos ha traido el 2017. La verdad que Castro no es un pueblo santo de nuestra devoción; ni a Mila ni  mí nos convence mucho aunque tenga restaurantes clásicos de toda la vida que sigue funcionando. Tomamos algo en las inmediaciones del restaurante una vez ubicado, en el pasaje, hasta que nos diera la hora. Teniamos mucha hambre, así que decidimos adelantarla.

Tienen una terraza muy chula en la cual gracias a algun simpático no dejan fumar salvo que este abierta de par en par. Como bien decía quien nos atendió "haces una inversión para que se pueda disfrutar sin molestar de una afición como puede ser el fumar y viene alguno siempre chafandote la inversión" Hacia poco les habían denunciado por dejar fumar en la terraza. Bendito país y sus leyes absurdas.

Ojeamos la carta y casi sin tiempo nos toman la comanda. 

Compaririamos lo siguiente:

- Ración de croquetas. De jamón y de pollo, creo. Contundente ración, buena croqueta. Empezamos bien.

- Pulpo a la brasa. Al traerlo Mila y yo nos miramos... que ración más escasa. Consiste en una pata de pulpo cortada al medio y a la brasa. Ni rastro del típico puré de patata que tanto se usa ahora. El pulpo estaba seco. Vamos que pasó por la mesa y  nuestro estomago sin pena ni gloria.

De segundo.... nos levantó la mesa de al lado el ultimo rodaballo (Sr. Rodaballo por cierto) que les quedaba. Nos decidimos por un San Martín que rara vez se pesca en carta. la oferta de pescado a la brasa es buena y visto la calidad de los ejemplares, muy recomendable. 

Lo pedimos todo sin sal. Las patatas llegaron con sal, el San Martín tenía sal. El nudo en la garganta del chaval era evidente, trato de quitar con esmero las escamas de sal que tenía el pez por encima. Nosotros somos de emplatarnos el pescado por nuestros medios, normalmente te destrozan los pececillos al hacerlo. Le vimos como toruturo el rodaballo quitándole lo más rico y no sirviéndolo después; a nosotros nos preguntó si lo ibamos a querer. Las patatas rapidamente fueron sustituidas por unas sin sal. 

Que decir del San Martín. Si nunca lo has probado resulta extraño, muchas texturas y sabores mezclados. Al igual que el pulpo, se les fué la mano. Aún así le dimos casi cuenta entero, eran casi 2 kilos de animalito.

Hasta este punto... a reventar. Mila opta por el café y nada de postre; por mi parte decido jugarmela y pedirme un flan de queso al no haber tarta de queso... no me gusto nada. Los café muy ricos.

El pan que acompaña la comida es muy bueno y lo mejora aún más el tomate triturado que te ponen para acompañarlo. la carta de vinos sin misterio alguno, nos decantamos por un moscato que no pasará a la historia pero nos acompañó la comida. 

 

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