maravilloso

de verdad que se come de maravilla, menú atrevido y atractivo, tienen un menú infantil aparte que está muy bien porque los niños se sienten en parte protagonistas al leer su propio menú.

Nos invitaron a unas aceitunas con ajo sorprendentemente sabrosa, rellenas de ajo. El aceite, siempre en la mesa, extravirgen de Zahara de la Sierra, otra delicia. Y nos pusieron unas tapitas de changurro, y otras de aguacate con gambas para abrir el apetito.

Tomamos de entrante un carpacio de carabineros y presa ibérica (o secreto, o pluma, no recuerdo exactamente) con crema de queso payoyo que estaba bien rico, un sabor muy suave y meloso.

Y de primeros, aunque había pescado también, optamos por un meloso de ternera muy gelatinoso y un entrecot o solomillo (no recuerdo exactamente) de retinto en un punto magnífico.

No quedó sitio para postres tras ese festín, y la casa nos invitó a una copa de pacharán. Al salir, enfrente teníamos la bahía de Cádiz, el mar batiendo con furia, y la brisa con salitre pulverizado que nos lavaba la cara en la noche de San Juan.

El servicio muy atento en todo momento, y el vino muy bien servido, la carta no es gran cosa, pero tienen de todo lo que hay que tener. En nuestro caso, un Moncloa, tinto de Arcos de la Frontera, servido a una temperatura excelente, y en buenas copas que nos rellenaba atentamente el camarero de vez en cuando.

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