Recién llegados a la localidad para disfrutar del fin de año en una vivienda de turismo rural, nos dirigimos a comer a este restaurante/hotel que estaba prácticamente junto a nuestra casa. Todo el vestíbulo y el restaurante ocupan un gran espacio que antaño fue un molino. Diferentes piezas de él se conservan como elementos decorativos de gran valor.
El menú del día estaba compuesto por un aperitivo, un primero, un segundo y un postre, con la bebida incluida. Como aperitivo nos sirvieron a todos unas deliciosas croquetas de bolets (setas). Dos unidades por cada comensal. Buen comienzo.
Un amigo y yo compartimos nuestros primeros: una sencilla ensalada con lechuga, tomate, cebolla, espárragos... y una torrada (tostada) de cebolla, butifarra y queso de cabra. Muy contundente.
Como segundo todos nos pedimos dorada, sabedores del festival carnívoro que nos esperaba los próximos días en la casa. Pescado de pequeño calibre y preparado como en fritura. La piel crujiente se desprendía con facilidad. Carne un pelín seca pero rico el sabor del pescado.
Para finalizar, yo tomé Mel i mató, un queso cremoso de la zona que se sirve con abundante miel.
Para cinco comensales nos sirvieron una botella de vino blanco, una de tinto, ambas referencias de la zona (Penedés y Montsant) y abundante agua. Generosidad en ese aspecto. El lugar igual no merece un desplazamiento ex profeso para comer allí, pero es recomendable si se está de paso por la zona. Muy buena RCP.
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