Una más de las muchas cervecerías de marca que tiene locales dispersos por la ciudad en busca de captar el mayor número de comensales posibles con afan de lo típico y tópico. Mucha competencia entre marcas y dentro de cada marca compiten por su zona.

En este caso, una de las más grandes visitadas, con varios niveles de comedores hasta el más bajo de todos, la bodega, con toneles decorados con racimos de uvas artificiales, mesas de banco corrido para que los 8-10 comensales puedan compartir alegrías y griterío ya que entre el mucho ruido que hacen los cientos de comensales, más la poca preparación acústica del mismo conforman un ambiente que hace difícil mantener una conversación que no sea con tu vecino más próximo.

El servicio muy profesional, de gente ya talludita y con una supervisora que pasaba de los 70 años; eso sí vestidas con el típico traje bávaro

Cena multitudinaria con menú pactado, el del local. Servicio eficiente de camareras con traje típico y jarras de cerveza porteadas de mínimo 6 en cada mano, que ya se hacen difíciles de abarcar y más aún de sostener. ¿Cantidad? La que seas capaz de admitir.
Bajo petición sirvieron un vino blanco y tinto muy básicos. Un pinot grigio 2015 llamado Endrizzi para salir del paso

Para cenar:
. ensalada verde (lechuga, hojas de roble..) con salsa de mostaza, tomate, pepino, maiz y una base de patata. Las hojas de verduras sin cortar.
El resultado era muy correcto.
. plato bávaro a compartir hasta hartarte de reptir. Integrado por codillo, salchichas, pato, patatas, chucrut (col fermentada) y alguna cosa más debía haber.
. postre: sobre una base de bizcocho, una mousse de café con nata y frutos del bosque servidos en un recipiente tipo yogurtera. Al menos otra opción a la strudel de ración diaria.

Un menú para quien le importa más la cantidad que la calidad (sin que sea mala) de una cocina muy tópica.