Viernes noche y cena de amigos. Cinco en total. Uno de ellos propone visitar un sitio en Altea, acompañando su propuesta de la típica sentencia: - A ti te va a gustar. El tío tiene criterio y nada invita a desconfiar de él. No en vano se ha convertido en mi “guía gastronómico” en Altea y, gracias a él, he descubierto varios lugares interesantes en esta localidad. Pues sí me gustó, y mucho. Tan es así que se ganaron mi reconocimiento y no creo que tarde en volver.
El restaurante se sitúa en una casa del casco viejo que hace esquina, un pelín apartada de las calles principales donde se apelotonan la mayoría de locales. Ese distanciamiento y la estación del año en la que estamos, aunque anoche no hacía frío, provocaron que, en el trayecto desde donde dejamos el coche hasta el local no vimos prácticamente a nadie. Sin embargo, a medida que nos acercamos, llega a nosotros el ruido de su música y las conversaciones animosas de los que charlan y fuman en la puerta. El hecho de situarse en una esquina con una pequeña plazoleta delante y las luces navideñas de la fachada hacen de reclamo e invitan a entrar.
Buen ambiente en el interior. Lleno hasta los topes. Tenemos reserva para las 22.30 h, en el segundo turno, según nos han indicado por teléfono. Dos comedores muy pequeñitos, el uno abajo y el otro en el primer piso comunicados por una estrecha escalerilla. En el de abajo, mesas altas y taburetes, y la cocina a “medio-vista”, minúscula ésta donde se afanan dos o tres personas. Lo reducido de los espacios aún otorga más mérito a la calidad y variedad de los platos que sales de cocina. Nosotros nos sentamos en el comedor de arriba. Mesas muy pegadas, sillas de diferentes estilos, mesas sin mantel, luz intimista y decoración un tanto ecléctica. Todo en una línea muy informal, desenfadad y, como gusta decir ahora, muy “casual”. No hay comodidad, pero se está a gusto. Público mayoritariamente joven (me siento el más mayor de la sala, jeje).
Servicio joven muy atento que se afana en servir lo más rápido posible, sin meter prisa y que sube y baja la ya nombrada escalerilla decenas de veces con rapidez y alegría. Existe una carta, pero no la miramos y nos decantamos directamente por el menú degustación que se ofrece en una hojita aparte. “Menú degustación diciembre” – reza la cuartilla. Entendemos que se cambia mensualmente, cosa que dota de más atractivo al local de cara a próximas visitas. Tomamos:
- Aperitivo de la casa acompañado de copa de cava: Los típicos cacahuetes tostados, que estaban ricos, unas aceitunas encurtidas con un toque original con reminiscencias algo thai y unas copas de cava que vinieron servidas desde la barra, con lo que no pude ver de que se trataban.
- Carpaccio de gamba, uvas, aguacate y huevas de trucha: Ni éste ni el resto de los platos se sirvieron de modo individual; tampoco al centro, en un único plato. La fórmula elegida para nosotros cinco fue siempre la de 2 + 2 + 1. Muy fresco el plato, a modo de ensalada, con predominio del sabor del crustáceo, como debe ser, aunque muy bien complementado por los acompañantes.
- Terrina de turrón y foie, ensalada de micro-brotes y vinagreta de higos: Aspecto un tanto rudimentario en los bloques de foie lo cual delata claramente que se prepara en la casa, cosa positiva ésta. Sabores ricos pero no fusionados: en un bocado catas foie, en otro turrón. Quizás fue sólo en la porción que me tocó a mí. Las hierbas que acompañan prescindibles.
- Burrata fresca trufada sobre focaccia de nueces y salsa de moscatel y romero: Cuando cruzamos la puerta del local percibí cierto aroma a trufa, pero pensé que se trataba de imaginaciones mías. Llegados a este punto comprendí que no. Riquísimo. Imprescindible en el menú degustación, según mi opinión. La base, esa tosta focaccia muy conseguida, en cuanto a sabor y textura, y el condumio muy sabroso, con presencia notable del hongo. Reconocimiento unánime.
- Pastelito de pato Pekín con jalea de rosas: La típica empanadilla triangular de pasta filo o wontón con el relleno del pato desmenuzado y pasada por la freidora. Sin estar malo para nada, el entrante menos llamativo del menú.
- Sorbete de cava y piña: Correcto. Ejerce bien su función de desempalagar y limpiar la boca.
- Negret confitado, emulsión de chirivía , pera y espuma de anís: El Negret, también conocido como carboner o romerillo, es, en contra de lo que su nombre indica, un pescado de blanca carne y sabor delicado, pero persistente, similar en cierto modo al mero. Fue el único plato servido individualmente en un pequeño cuenco con el fondo de la cremita del tubérculo, el lomito del pescado y la culminación con la espuma. Lo presentan en un plato más grande y estamos ante un plato de restaurante estrellado. Fijo. Muy rico, destacable.
- Lechón a baja temperatura, manzana especiada, aromas de naranja y boniato asado: Otro plato digno de gran restaurante. Perfecta la cocción de la carne: melosa en su interior, crujiente en su cobertura. Con maestría. Acertada guarnición con ingredientes dulces que arrastran lo graso del lechón y dejan listo el paladar para los últimos pases.
- Miniburguer clásica del xef: Calibre considerable, rica la carne y original la crema de champiñones que lo acompaña. Buen final pero un peldaño por debajo de los platos que la precedieron.
- Trifle de mango, crocante y dulce de leche; copa de moscatel: Se sirve en un vaso pues se trata de una crema fría elaborada con el mango y el dulce de leche. Sobre ésta, a modo de crocante, unas palomitas de maíz que, sorprendentemente, le van muy bien con los sabores afrutados que prevalecen en el postre. Correcto. El postre se sirve normalmente con una copa de moscatel pero nos sugirieron cambiarlo por un cocktail de la casa que preparan con tequila. Accedimos y pudimos degustar un rico combinado.
Acompañamos la cena con Trilogía blanco 2015 (sauvignon blnac, muscat y verdil) fermentado en barrica que estaba aún muy verde. Quiza le vengan bien un par de años en botella. La carta tiene bastantes referencias para un local con este aire juvenil e informal.
Leía ese mismo día un post en el exitoso blog “El comidista” sobre modas gastronómicas que deberían desaparecer a la fuerza en el año 2017. En él se hacía alusión a los platos de pizarra, al aguacate, al aceite trufado o a las minihamburguesas. Cuando lo leía iba pensando que no le faltaba razón. En la cena hubo un poco de todo ello, pero tan bien ejecutado, que pensé que podemos prorrogar la moda un par de años más ¿No les parece?
Quiero acabar haciendo mención especial a la BSO de la cena. Durante las dos horitas y media que pasamos allí no dejó de sonar buena música, fundamentalmente temas clásicos del pop español, aires rumberos y canciones flamenquillas que amenizaron la velada y que sonaron siempre al volumen apropiado, es decir, in crescendo, de menos a más, a medida que discurría la noche. Bravo por esa selección.
Hombre, te digo que sí. Dejémoslo en "uno de los más mayores", jeje.
Jejeje, en ese caso dejemoslo en que las nuevas generaciones "aprenden" rapido
El mundo necesita de esa guia gastronomica de la costa alicantina/valenciana.
¿ya está en imprenta?
Saludos
A mí lo que más me repatea es el "es pero no es": un plato que se anuncia como tataki y realmente no lo es, un capaccio que no es tal, un tartar que no es tartar, un huevo a baja temperatura que de eso tiene poco... Y lo de las minihamburguesas por mi parte también fuera.
De momento seguimos en la fase "trabajo de campo" o "recopilación de datos" y no paramos de encontrar sorpresas. Quizás en el futuro, jeje. Saludos, Diego!
Venga ya la versión 1.0
Saludos
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