Donde haya una buena Olla...

Mira Fer. La otra cosa imprescindible aparte del lechazo en Ojeda, es ir a Ibeas de Juarros, a Los Claveles, a comer olla podrida. G-M dixit.

Dicho y hecho. Para celebrar la clausura del acto al que nos habíamos desplazado a Burgos pusimos rumbo a Ibeas, a deleitarnos con este plato tradicional local, elaborado con la alubia autóctona y sobre el que me permito recomendar la lectura de este interesante e instructivo texto que nos regaló en su día un zaragozano afincado en Valencia con raíces burgalesas.

Sorpresa para servidor nada más encontrar el restaurante. Corte moderno en su diseño, dominado por las maderas blancas que otorgan al local una luminosidad y claror más allá de lo que sus numerosas ventanas conceden. Ambiente acogedor, limpio y despejado. Correcta separación de mesas bien vestidas y... a disfrutar.

Plato único, no hace falta más: Olla Podrida para tres.

Completa?... con sus secretos? - preguntaron -
Por favor... la duda ofende. Con todos los secretos que pueda esconder. Queremos conocerlos todos - contestamos -

La mueca de la camarera, a modo de media sonrisa, venía a traducirnos un "Os vais a enterar de la que se os viene encima...". Ni un ápice de acobardamiento en nuestras caras que mantenían el rictus farolero propio de un experimentado jugador de cartas.

Una ronda de cervezas para acortar la espera y elegir el vino, un Arzuaga Crianza D.O. Ribera del Duero (22 €) con correcto servicio del mismo.

Y ahí llegó el rebosante perolo del que puedes repetir tantas veces como quieras... si te atreves y te quedan fuerzas al acabar el colmado plato que te sirven de primeras. Ricas piparras para acompañar. Fondo, turgencia, suavidad, ligazón... a cada cucharada más placer si cabe, pues el paso de los minutos hace que se manifiesten sus atributos con mayor protagonismo.

Estos platos de cuchara tradicionales me vuelven loco. Compatibles con cualquier otro perfil de cocina siempre deben permanecer en nuestro fondo de armario gastronómico y no deben caer en el olvido. Es la base a mi entender. Un verdadero patrimonio de la humanidad.

Un temerario comensal repitió de alubias pero rápidamente pasamos a la contundencia de la segunda parte del partido. Por ahí desfilaron casi todas las virtudes del cerdo: oreja, morro, manitas, costillas, chorizo, tocino, morcilla y el relleno, esa especie de albóndiga a base de miga que es auténtico vicio.

Exhaustos estábamos cuando rehusamos acabar con las viandas que quedaban ya que se podía vaticinar un fatídico futuro vespertino en cuanto a las labores de digestión.

Así que para postre tiramos de la liviandad del Sorbete de Limón al Cava para un par de nosotros, pidiendo el tercero un Valenciano.

Ronda de cafés y directos al hotel a ver trabajar a los jugos gástricos y biliares.

Nueva buena recomendación que nos hizo disfrutar de lo lindo a los amantes de la promiscuidad gastronómica, haciéndonos tocar en este caso un palo de guiso tradicional de altura. Una auténtica perdición.