En toda la zona norte de Tenerife y principalmente en las zonas de la Orotava, El Sauzal, Santa Ursula, La Matanza... y en el Valle de Guïmar en el sur, existe un tipo de “Comercio de venta de vinos de cosecha propia, al menor, temporal e inocuo” muy arraigado en la isla que se llama Guachinche. Estos tipos de comercio, muy reglamentados, aparecen gracias a la importante actividad vitivinícola de la isla y ofrecen a sus clientes únicamente su vino de cosecha propia y una cocina de tipo familiar de guisos caseros, sin postres, ni refrescos, ni cafés, a precios baratísimos. Deben haber unos 135 en toda la isla. Estos son los auténticos, pero luego se han creado, los "gastro-guachinches", que también son productores de vino, y hacen una cocina tradicional, pero que se han declarado como restauradores, y aunque se basan en el espíritu guachinche pueden funcionar y funcionan como cualquier otro restaurante.

La Bodeguita de Enfrente, nuestro primer gastroguachinche, esta ubicado en una casa canaria del siglo XIX a pie de carretera en el bonito pueblo de Santa Ursula. Este restaurante forma parte del grupo familiar Tripcotea, que agrupa este restaurante, el Calderito de la Abuela, que describiré en un próximo comentario y el Lagar Donde Mario. El denominador común de los tres gastrguachinches, que se encuentran en la misma carretera y a muy pocos metros, es la filosofía slow food (Km 0), el suministro de productos lo efectuan a traves de su propio huerto y de productores locales y comarcales para las verduras que ellos no cultivan, la carne y el pescado y el cultivo y la elaboración de sus propios vinos Terral 205 en Finca La Rebanada y la Finca Burchard.

Los fogones de los tres restaurantes están dirigidos por Mario Torres y sus dos hijos Fabian y Xavier Torres, y aunque practican el mismo estilo de cocina en los tres restaurantes, aparte algunos platos estrella, todo el resto son diferentes.

La Bodeguita, es una taberna típica muy bulliciosa, llena de gente, y donde mas vale reservar, porque estaba llena hasta los topes.

Las mesas, son de todo tipo, altas bajas, pequeñas, grandes... con sillas, taburetes altos, bajos... y evidentemente no hay manteles y las servilletas son de papel. El servicio de sala es muy bueno, simpático, atento y profesional y el del vino, efectuado por la misma persona que se encargo de nosotros durante la cena, es bueno.

Estuvimos situados en una mesa alta, enfrente de la barra.

Cuando llegamos nos trajeron la carta, un cestito de excelente pan hecho por ellos(el mejor pan de toda nuestra estancia, común a los 3 restaurantes del grupo familiar) y nos cantaron los platos del día.

Como entrante, compartimos dos de esos platos:

Lapas negras con una salsa de mojo verde, que estaban infinitamente deliciosas. No deberían haberse acabado...

Pastel de verduras Cantidad y calidad al unísono. Muy bueno.

Como segundos, yo tomé Ropa vieja de bacalao con unos buenos garbanzos. Un excelente guiso.

y MC otro plato del día Secreto Ibérico Aquí no funcionó la cocina, el cerdo estaba muy graso. Por este motivo, la puntuación que le daré en la valoración de la comida será buena, en lugar de muy buena.

De postre compartimos Dos bolas de granizado de limón Bueno y refrescante.

Para beber tomamos una botella de vino de su cosecha, un Terral 205 blanco clásicoVino de finca, fresco y mineral que acompaño bien la cena.

Finalizamos con dos cafés hechos con cafetera italiana.

La cuenta ascendió a 32,58 €/persona. Muy buena RCP. Una taberna interesante, buenos productos slow food, buenos guisos de una cocina de antaño y buenos platos del día. A pesar del fallo del secreto ibérico, volveremos