Local nuevo en Horta. Decoración informal a la moda actual. Ambiente bastante ruidoso. Mesas sin manteles, pequeñas y bastante apelotonadas. Sillas como las del colegio de mi hijo, pero de mayor tamaño. Menaje pretencioso. Servicio caótico. Carta a base de unas cuantas tapas, bocadillos y algunos platos sencillos para los que opten por comer a la carta. Carta de vinos escueta y decepcionante, con referencias de gama más baja que media. No me fijé en los precios. Opté por una clara.

De entrada, faltaban más de media docena de platos. Adujeron que era culpa de los proveedores. Tomamos algunas tapas para compartir:

- Croqueta de escalivada (0,70€/ud.) - Tamaño medio. De consistencia pastosa. Pasable a duras penas.
- Croqueta de gamba (0,80€/ud.) - Tamaño medio. Bechamel muy seca.
- Fingers de pollo (5,50€) - Secos. La salsa, correcta.
- Patatas bravas cajún con tres salsas (4,10€) - Patatas cortadas a gajos grandes y fritas con su piel. Textura terrosa. Las salsas, cockail de bote, sofrito de bote y un alioli más bien líquido que no parecía ni siquiera de bote. Desastrosas.
- Nachos (5,50€) - Totopos algo blanduzcos, cheddar viscoso, ¿queso rallado?, guacamole de bote, jalapeños de bote y un pico de gallo aceptable. Más de la mitad de los totopos se los comieron mojándolos en las salsas de las patatas bravas (sigh!). Infumables.
- Calamares a la andaluza (6,75€) - Tan solo puedo invitar a cualquiera que haya probado los de verdad a que los compare con estos. No hay color.
- Pincho moruno (4,75€) - Correcto.

Raciones de tamaño más bien pequeño, exceptos los nachos (sigh!).

Para beber, un refresco (2,-€), una botella de agua marca de la casa (1,70€), una caña (1,50€), una mediana Estrella (1,90€), una clara (1,90€) y un café solo (1,20€).

Nos metieron prisa para pedir las bebidas, a pesar de quedar claro que faltaban comensales y estábamos acomodando al niño en la trona, que tardó un poco en llegar. Un camarero tomó nota de la bebida a la mitad de los comensales. Al cabo de un rato, otra camarera tomó nota al resto, pero se olvidaron de la primera comanda. Tuvimos que hacer malabares para que cupiesen todos los platos. La comida vino a rachas y más bien fría. Preguntamos al camarero sobre los calamares y nos dijo que toda la comida era fresca... ¿De la nevera?

En fin, para no volver. Hubiésemos tomado algo más, pero no tuvimos valor. Al salir nos tomamos unos helados en la cercana heladería L'Eivissenca para quitarnos el mal sabor de boca.