Comida buena pero sin enamorar. Me pareció caro para lo que fue. El servicio extremadamente lento y malo. Se confundían con el vino, además de llenarte la copa prácticamente hasta arriba. Salimos a unos 40€/cabeza. Caro para lo que fue.
Primera visita a este nueva propuesta del grupo Asiana, ubicado en el espacio donde un muy conocido y jaleado restaurante comenzó a labrar su justa fama, Lakasa.
Lo primero que sorprende, es el resultado de la reforma efectuada, sencilla y simple, pero muy efectiva. Se han aclarado las paredes y suelos; se han sustituido las lamas de las persianas, por otras transparentes; se ha eliminado el muro que aislaba el comedor de la izquierda, con lo que ahora hay un espacio con aspecto mas amplio y diáfano. Con esos cambios menores se ha conseguido una mayor luminosidad, lo cual redunda en una sensación, en mi opinión, mas agradable. Nos ha gustado el local, y bastante.
Servicio de sala, atenta, agradable, aunque quizás por la falta de rodaje, un tanto precipitada, a veces las ganas y el interés por agradar, aunque es de agradecer precisamente por ser un hecho no muy extendido, requiere un poco mas de serenidad.
Carta de vinos, básica y sin novedades dignas de mención, sin embargo, dado que hoy había que conducir y, por ende, tocaba cerveza, confieso que no le he prestado demasiada atención.
En lo que respecta a la carta, teniendo en cuenta que uno aun guarda recuerdos, en la memoria y en los archivos, de la carta de Asiana, llama la atención la reducción de la oferta, es mas corta, mantiene algunos clásicos sin cambios, a otros les ha dado una vuelta - a mi juicio no siempre exitosa -, y algunas propuestas nuevas.
Comenzamos, a modo de aperitivo, con unos wanton fritos acompañados de una mahonesa picantita, bastante agradable.
- Mejillones Nam Jim y Kimuchi de zamburiñas y lima, dos de las propuestas que mas nos gustaban en el pasado, y que ahora se disfrutan con igual alegría.
- Dumpling de carabineros con curry rojo. Ya no existen las versiones de gambón o panceta que tanta alegrías depararon a la afición, en su lugar se ofrece esta versión, que promete y mucho. Está muy bueno.
- Baos de cerdo con majado vietnamita y de chipirones de anzuelo. Su aportación a la moda de los Baos, tan imperante en muchas mesas. No están mal, se dejan comer pero no son los mejores degustados.
- Carrillera con curry verde thai, acompañado con arroz de jazmín, para aligerar el picor del plato. Nada que ver con su antigua versión, aquella acompañada de curry rojo. A pesar de estar cocinada durante 6 horas, la carne no está suficiente blanda y, en mi opinión, el curry verde no es el mejor acompañamiento.
- Pulpo al fuego vivo, con ají panca, crema de huacatay, ali oli de aceituna kalamata, sobre patata majada. Plato muy contundente, destacaría la textura del pulpo, durito, y la intensidad de sabor de la aceituna en el ali oli, el resto no es destacable.
- Mochi casero de mango, tamarindo y chile, acompañado con sorbete de coco y lima, mango lassi y bizcocho de te y yogurt. Después del bajón de los platos anteriores, este postre, por la combinación de sabores y su efecto refrescante, hace que remonte la experiencia. Esta muy bueno.
Cafés con hielo, e invitación a chupitos cierran la visita.
La sensación general no se puede calificar de mala, a pesar de no ser homogénea, se puede volver y volveremos, la carta no es amplia, pero quedan platos por explorar.
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