Raro el nuevo sistema de editar de Verema. Hasta que no nos hagamos a él...
Ya son varias las ocasiones en las que he dejado constancia en este foro de la satisfacción que supone vivir en una comarca que vive, en parte, por y para la gastronomía. Sea por qué muchos residentes europeos han fijado su residencia aquí tras su jubilación en lejanos países, sea por la afluencia continua de turistas del resto del Estado, sea por la tradición arraigada de dar de comer que existe en la comarca, sea por la influencia que genera tener seis estrellas Michelín en un radio de escasos quilómetros… sea por lo que sea el movimiento está garantizado y eso es un privilegio.
Nuevo local. Desconozco desde cuando ofrece servicio, pero yo me enteré de su existencia el mismo día que rendimos visita gracias a unos buenos amigos. Benidoleig es un bonito pueblo de interior a pocos quilómetros de Ondara con estrechas y empinadas callejuelas. En la planta baja de una “casa de pueblo” se ha habilitado una única estancia con diminuta cocina a la vista y un comedor de planta irregular decorado con gusto. Se preserva el carácter rústico de la casa, con detalles graciosos e intimistas: pinturas, iluminación, cachivaches… A ello cabe añadir ahora en verano un diminuto patio interior con dos o tres mesas y otras tantas que se montan en la calle que se convierte en peatonal para dar servicio al restaurante. Buena impresión nada más llegar.
Carta que ofrece tres menús: el primero, que podríamos denominar menú del día a 16 € con tres entrantes a compartir y un segundo a elegir entre cuatro opciones. El segundo, menú de tapas, a 20 € ofrece cinco platos al centro. Y el último, el que elegimos, por 22 € y con el nombre de menú gourmet, ofrece ocho platos y un postre. Muy bien de cantidad. Quedamos ampliamente saciados.
La carta de vinos es muy corta y centrada en vinos de la tierra de precios muy moderados. Tomamos un cava Dominio de Requena para empezar y dos botellas de tinto a continuación: Finca MS roble y Bala Perdida, DO Alicante ambos dos. Copas muy mejorables. Además se pidieron varias botellas de agua y cafés e infusiones para cerrar la cena.
Servicio muy agradable y cercano. Llegamos en el momento de plena ocupación y, al ver tan pocas personas, temimos lo peor. Tardaron en arrancar, es cierto, pero se compensóo con el pan (muy rico, insistio) y el allioli y, una vez que empezaron a servir nuestra mesa, no hubo apenas espera entre plato y plato. Deben cuidar ese aspecto de cara a fines de semana.
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Por ensayo y error, jaja
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