Cocina ecléctica bien ejecutada

Desde su inauguración, el hotel The Cook Book apostó decididamente por ofrecer a sus clientes una propuesta totalmente hedonista estructurada fundamentalmente sobre dos pilares: la gastronomía y el cuidado de la salud a través de tratamientos corporales (spa, masajes…). De primeras, sorprendió un tanto la apertura a la vez de dos restaurantes “de nivel” ambos con el cocinero José Manuel Miguel al frente del proyecto: uno con un cariz más gastronómico (Beat, que pronto obtuvo el reconocimiento con una estrella Michelín la cual mantiene) y otro bastante más informal pero con una cocina igualmente cuidada (Komfort, que es el que hoy nos ocupa).

Había ganas de visitar esta casa que, por unas u otras circunstancias, todavía no había pisado. Reserva para sábado a mediodía para once adultos y tres niños pequeños que no hicieron mella alguna ni en la comanda ni prácticamente en la cuenta final (circunstancias ambas comunicadas al hacer la reserva telefónicamente sin mostrar el equipo impedimento alguno). Amplio comedor con un estilo un tanto ecléctico que mezcla elementos tradicionales como el pavimento de ladrillo puramente valenciano con otros modernos como las numerosas lámparas que cuelgan del techo u otros con una línea más vintage como las curiosas pero cómodas sillas de escay. Personalmente a mi me gustó la sala.

Carta igualmente ecléctica con suficientes propuestas agrupadas en apartados: entrantes, clásicos, crudos, vegetarianos, cocas, pizzas, brasas, arroces y postres. Decidimos compartir todo al centro y, al no tener referencias anteriores, pedimos consejo insistentemente al personal de sala sobre el número adecuado de raciones de cada plato que convendría pedir. Más adelante expondré mi valoración al respecto.

- Pan de aceite acompañado de tomate rallado y allioli: Riquísimo. Lo devoramos con tal ansía que hubo que pedir más.

- Aperitivo cortesía de la casa: crema de patata, zanahoria, leche de coco, curri y sésamo. Muy sabrosa. Nos gustó mucho.

- El foie que quería ser mandarina: En la línea de lo que podemos denominar como trampantojos. Esfera de foie de textura etérea y ligera con una cobertura con sabor de mandarina imitando casi a la perfección el conocidísimo cítrico valenciano. Echamos en falta un poco de “punch”. Nos sugirieron pedir una por persona. Al ser de tamaño irregular nos sacaron bastantes más, pero sin repercusión alguna en la cuenta.

- Koka de panceta, anguila ahumada y manzana caramelizada: La masa de la coca es espectacular con una textura esponjosa y el sabor a horno de leña. El relleno no le va a la zaga. Una combinación perfecta. Compartimos una coca entre dos personas: adecuado.

- Ceviche de lubina con algas hijiki y ajo blanco: Un ceviche poco ordinario. El pescado se presenta finamente cortado en pequeños daditos y con aliños diferentes al clásico plato peruano. Nos gustó, pero tal vez el menos suculento y sorprendente de los platos que tomamos.

- Huevo a baja temperatura con champiñones, panceta ibérica, espuma de parmesano y trufa de verano: Huelgan las palabras. Sólo con el enunciado cabe esperar un buen resultado, siempre y cuando el equipo de cocina no lo estropee, cosa que no sucedió. La trufa blanca mucho menos aromática que la melanospórum, claro.

- Brioche de pulled pork con chipotle: Aún siendo la masa ligera, el tamaño del “bocatín” y la densidad del relleno lo convierten en un bocado consistente. Nos recomendaron partir uno entre dos comensales, lo cual después nos resulto excesivo. Tal vez mejor entre tres. Muy muy rico, eso sí.

- Steack tartar de ternera sobre tuétano a la brasa: Salvadas las dificultades que presenta el servicio del mismo por la presentación misma del plato (se coloca sobre un lecho de sal gorda), nos pareció algo más que correcto. El tartar no se aliña en exceso. Se agradece, sin embargo, la generosidad del hueso y, en nuestro caso, la gran cantidad de médula que éste contenía. Para tomarlo casi sólo.

- Parpatana de atún a la brasa: Uno de esos platos que no debes dejar de pedir si has probado anteriormente este producto y conoces sus peculiaridades. Como me explicaron la primera vez en un conocidísimo restaurante de Valencia se trata del “sobaco” del atún y es una parte extremadamente grasa. Hasta la ocasión, siempre la había probado en guisos, pero, tomarla así, me pareció un auténtico placer. Directo a la memoria gustativa del aquí presente. Nuevamente, se pasaron en la recomendación, y eso que no les hicimos caso del todo.

Llegamos tan exhaustos a este punto que no pedimos postres. No se cuestiona para nada la honradez de quien nos atendió pues estoy convencido que nos recomendó aquello que consideró lo mejor para nosotros. En su juicio pesó más la facilidad a la hora de partir, repartir y compartir, creo yo, pero no midió acertadamente el efecto altamente saciante de platos como el foie, la brioche, la coca… todos ellos con masas de harina que contribuyen a llenarse rápidamente.

Acompañamos la comida con unas cervezas y vermuts iniciales, dos botellas de El Cullerot y otras dos de Santa Rosa. Sí hubo cafés al final.

En definitiva, una comida notable en un entorno amable y con un servicio profesional al que únicamente reprocharé la ligereza a la hora de recomendar las cantidades. Muy recomendable.

Recomendado por 2 usuarios
  1. #1

    Abreunvinito

    Buena experiencia y uno más a la enciclopedia que debes estar preparando...
    Saludos

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