Con ganas de empaparnos del interior de la provincia de Valencia nos presentamos en Chulilla. Viernes Santo y a tope de gente con la consecuente y reiterativa respuesta al intentar reservar mientras íbamos de camino: "Lo siento, estamos completos, muchas gracias por llamar"... al final nos sonrió la suerte y aprovechamos una cancelación para ver que ofrecían en Las Bodegas.
Situado a las afueras del pueblo, a unos 5 Km, se encuentra esta casona rústica, convertida en complejo rural, con varias dependencias y ambientes.
Nos ubicaron en el comedor del primer piso. Una estancia pulcra en todos los sentidos, ambiente neutro, mesas vestidas con manteles de tela y correcta separación entre ellas. Me llamó la atención el que las sillas también estuvieran vestidas, algo creo cada vez más infrecuente, lo que le daba a la atmósfera un punto demodé que me transportaba a otras épocas y entornos.
Pues ya, birra en mano, pegando una ojeada a la carta vimos un atractivo menú degustación al más que competitivo precio de 23 € consistente en tres entrantes, un principal a elegir entre múltiples opciones y postre. Ni nos lo pensamos. A por él que fuimos.
Cortesía de la casa, un chupito de una finísima Crema de Espárragos de las de beberse un litro y una voluntariosa Ensalada, con todas las hortalizas bien picadas destacando un gustoso tomate y el pimiento rojo asado, estaba coronada con una anchoa y todo bajo un alegre aliño.
Huevo con Bacalao. Triunfa allá donde vaya el huevo escalfado, asentado en esta ocasión sobre el bacalao y soportando todo el conjunto encontrábamos una crema de potaje donde sobresalía, aparte del fondo de la legumbre, unas notas de calabaza que le iban de maravilla.
Lomitos de Merluza Rellenos de Champiñones y Frutos del Mar. La merluza la encontré un pelín pasada de calor, quizá necesario para poder componer la especie de hatillo que contenía la gustosa mezcla. Reposado todo sobre una crema de marisco con recuerdos notorios de nata en su elaboración.
Turnedó de Jarrete. Siempre cumple esta pieza, tierna, con un jugoso interior que contradecía su aspecto externo. Colocada sobre un cuscús con el que casaba muy bien y el jugo de su guiso.
Carrillada al Oporto. No lo pensé dos veces cuando era presentado en la carta como especialidad de la casa. Me pasa como con el morcillo. Son piezas con las que resulta difícil no entenderse, por textura, equilibrio y fácil compenetración con el fondo que se le proponga en su ejecución.
Sabía yo que Hambrebuena iba a decidirse por el Jabalí en Caldereta con Shitake como plato principal. Confieso que metí el tenedor en su plato hallando potencia tanto en la carne como en el guiso.
Llegó la hora de los postres, decidiéndonos por el Flan de Queso con Frutos Rojos y la Sopa de Chocolate Blanco con Yogur y Brownie. Ambos muy bien ejecutados, destacando esa denso brownie que embebía la rica sopita. Puro vicio.
Acabé con un correcto café.
Bebimos una botellita de Carlota Suria BN D.O. Cava, que de entre lo que había en carta y en su segmento, sabía que iba a cumplir. Copas un punto mejorables.
Servicio amable y profesional.
En resumen, se percibe la experiencia y tablas que hay en la dirección de cocina, confeccionando un menú con propuestas de productos generalmente tolerados por la mayoría, bien manejados y con buen resultado, con toque pero sin piruetas, además de ofertado a un precio muy pero que muy ajustado.