Enero 2017
Muchas ganas teníamos de visitar A Barra y no defraudó en absoluto, os cuento... De los varios espacios que tienen nos decidimos por reservar en la barra gastronómica, un impresionante espacio con una barra semicircular, revestida hasta el techo de madera, donde dan de comer a unas veinte personas, sentadas alrededor de una cocina en la que varios cocineros van elaborando y sirviendo los platos de un menú degustación, que consta de 8 platos a mediodía (65 €) y 14 por la noche (105 €).
Nosotros tomamos el de mediodía y los ocho pases consistieron en:
- Consomé de carne sabroso y muy concentrado, servido con una fina espuma, como si de un café irlandes se tratase.
- "Sandwich de pato" presentado en un pequeño bloque, carne tierna y desfibrada, para comer de un bocado.
- "Bombon" de foie envuelto en lechuga acompañado de un suave caldo de pescado.
- Alcachofa de La Catedral con espuma de tupinambo.
- Pimiento del piquiillo asado con una suave crema de brandada de bacalao.
- Lomos de salmonete asado, con caldo de sus espinas y tapioca.
- Jarrete de ciervo a baja temperatura acompañado de un hojaldre trufado.
- Su versión de la tarta sacher.
Todos unos platazos, del primero al último, impecablemente servidos y ejecutados.
Mención aparte merece el apartado líquido, a cargo del gran Valerio Carrera, poniéndonos en sus manos bebimos como base un tinto Ganivet del Jura, ácido y complejo, que fue bien con todos los platos del menú. Entre medias nos fue poniendo alguna que otra joyita: un amontillado Agustín Blázquez de los años 50, sidra de hielo vasca, Pajarete de Tarragona solera 1851... una locura. Terminamos con un Armagnac Baron Legrand de los años 70, como requería la ocasión.
Pues eso, como dicen ellos mismos, una cocina de "tradición divertida" y unos vinos para recordar, un auténtico disfrute. Muy merecida estrella Michelín. Vengan!