Estamos ante una nueva andadura de este restaurante, ahora con nuevos propietarios y ubicación, que vio la luz a mediados del siglo XX, en la calle de Alcalá, en el lugar que hoy ocupa el restaurante Arahy, hasta el año 2012, fecha de su cierre.
Por alli paso la flor y nata de la alta sociedad, tiempos aquellos en los que competía con otros restaurantes bien conocidos por la burguesía de la época: Jochey, Balzac, Horcher.
Un año después (2013), reabrió sus puertas con nuevo nombre (El 31) y nuevos dueños, pero tampoco funcionaria.
Hace pocos meses y en una nueva ubicación, en Jovellanos, y casi frente al teatro de la Zarzuela, el nombre Club 31 vuelve a ver la luz, con la idea de recuperar el prestigio que tuvo antaño.
Ocupa un edificio con salones amplios, decorados clásicos, elegantes, muy agradables. Una pequeña barra a la entrada, para espera hasta asignación de mesa.
Sala con decoración clásica, con predominio de colores cálidos. Mesas bien montadas con buena separación entre ellas, vajilla y cristalería acorde con el lugar.
Buen personal de sala, muy profesional, atentos, cercanos pero manteniendo la distancia.
Carta de vinos correcta, con precios medio altos. De este apartado, un Muga blanco del 2014.
La carta de comida, incluye en un apartado los platos míticos del antiguo Club 31, junto con otras propuestas basadas en productos de temporada, y una sección dedicada en exclusiva al caviar Beluga. No es lugar barato, pero se pueden pedir medias raciones de casi todos los platos.
Comenzamos con una excelente mantequilla que acompaña un buen pan, y a los que siguen unas croquetas de ternera, normalitas, y una agradable crema de parmentier de patata con una galleta de queso.
1/2 Alcachofas rellenas de foie, gratinadas y con una salsa de piquillos. Buen producto, muy bien cocinada, salsa con potencia contenida, no resta sabor a la alcachofa.
1/2 Raviolis rellenos de txangurro con salsa de marisco al armagnac. Muy buen plato. Muy recomendable.
Souffle de queso con caviar. Solo por este plato, y algún otro claro, merece la pena volver por aquí. Suave, delicado, elegante. Un platazo.
1/2 Tartar de atún rojo. Plato de los míticos.
1/2 Solomillo Strogonoff con arroz pilaf. Otro de los platos que dio prestigio a esta marca. Irreprochable, para repetir y recomendar.
1/2 Callos con sus patatas souffles. No me atrevo a decir que son los mejores callos que he disfrutado, pero si ocupan un lugar muy alto. Después de disfrutarlos, no me extraña la fama que tenían en su época. Ligeramente picantitos, sabor redondo, labios repegados. Muy pero que muy buenos.
Crepes Suzette. En un lugar de cocina clasica, no puede faltar uno de los postres mas clásicos. Elaborado a la vieja usanza, con cognac y Grand Marnier. Aqui si digo que son los mejores crepes que he tomado.
Cafés con hielo y petit fours, ponen punto final a esta visita. Presiento que no será la ultima, nos ha dejado una muy buena impresión. No es barato, pero la calidad de su cocina, el trato recibido, el abrir en domingos (aunque estábamos en familia) y el no exigir ni chaqueta ni corbata, merecen nuevas visitas.