Lo mejor de Lleida

Hace años que visito este Restaurante, desde su antigua ubicación cerca de l'escorxador. El actual local es magnífico, con unas pocas mesas en la planta baja dedicadas a zona de gastro-bar y un piso alto con 10 mesas perfectamente colocadas, con espacio suficiente, correctamente vestidas y con coperío Riedel. El ambiente es acogedor pero con buena luz. Toni en la sala es una máquina bien engrasada que exhibe un considerable conocimiento de la carta y, sobre todo, de los vinos que ofrece. Una lista no excesivamente larga pero muy bien escogida, centrada en caldos del país y con algún guiño a tierras foráneas. No es de extrañar dada la formación en sumelleria que acumula. Es una delicia ser atendido por Toni: no deja detalle sin explicar y consigue que tu visita se convierta en una experiencia gastronómica total. Mercè, su mujer, dirige una cocina dinámica, con un respeto casi religioso al producto; mar y tierra, elaboraciones ingeniosas que no enmascaran el protagonismo de la materia prima.
En nuestra última cita optamos por el Menú Gastro con el maridaje correspondiente. Empezamos con un aperitivo de olivada con degustación de dos aceites acompañados de un espumoso de Mont Ferrant (el americano). El primer plato ya arrancó nuestra primera sonrisa: una "señora" pata de pulpo braseada con un aire de pimentón a la que acompañó un Xarel•lo del terreno. Continuamos con la coca de pasta hojaldrada con escalivada i foie fresco caramelizado. Venía maridado con el casi extravagante Freixenet Cuvee Prestige, una malvasía con aromas de higos secos y regaliz que te hacía obviar el sauternes que todos imaginamos al comer un foie. Excelente maridaje. El pescado llegó en forma de un lomo de merluza de pinxo de caña de Burela con texturas de plancton y gamba roja. Salinos del mar complementados con los de un albariño La Val. El cochinillo confitado con clavo y naranja sobre "estirabecs", gel de manzana y polvo de ibérico, remató los principales regado con un Vizcarra 2011 a modo de un maridaje más "regional".
El postre, uno de los fuertes de la Mercè, consistió en un canutillo relleno de mascarpone junto a un helado de violetas. Y otro Costers de Segre para finalizar los vinos: un "vi de palla", el Rasim, un "vi pansit" espectacular.
Una noche lluviosa entre la sempiterna niebla de Lleida a la que este local consiguió dar luz y brillo.
Ens veurem aviat!!!

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