Nada más llegar a Ámsterdam nos percatamos de que teníamos “prohibido” por unos amigos ver nada de esta ciudad hasta que ellos llegaran, y como disponíamos de medio día, tomamos un tren recordando la sugerencia de un gran sumiller holandés pareja de una gran cocinera valenciana (no doy más pistas, jeje) y en 25 minutillos estábamos en Utrecht. Oye, qué ciudad más guapa. Utrecht. Y a mí que solo me sonaba por el tratado…
Tras patearnos el centro y tomar como aperitivo una patatas fritas en Manneken Pis (una franquicia temática en la que flipas de lo buenas que están) llegó el momento de la gran decisión: ¿Dónde comemos? Como no teníamos previsto visitar esta ciudad, no teníamos recomendación alguna. Ni tampoco internet en el móvil. Pues venga, vamos a otear. Y después de otear un ratito, el elegido fue este Graaf Floris, por varios motivos: aspecto de genuino, estaba lleno en un día de entre-semana a mediodía, y nos gustó su aire de café-taberna holandesa.
Céntrico, al lado del canal principal, en un edificio histórico. Pasamos a la parte de adentro, un salón cálido forrado de madera hasta media altura, con pequeñas mesas también de madera oscura, con su velita, sillas de terciopelo rayadas en colores claros, una gran chimenea…
Sin mantel, servilletas de papel, la mesa pegajosa, pegajosa, argggg… pero daba un buen rollo quepaqué. Y con cambio de cubiertos y servilleta con cada plato. ¿¿??
Rotación constante. Entraban unos, se tomaban una cerveza, les sustituían otros que comían algo rápido, los siguientes se tomaban un café… Aquí hay negosi.
La sencilla carta recoge bastantes especialidades holandesas, francesas, belgas…
• Ensalada de queso de cabra con manzana, aros de cebolla roja y piñones servida con pan y mantequilla.
• Croquetas Van Dobben.
• Tradicional guiso holandés de carne de vacuno con cerveza de abadía y jengibre, acompañado de ensalada y patatas fritas.
• Dumpling de manzana.
La ensalada no estaba nada mala, las croquetas, croquetones, sabrosas aunque con la capa gruesa y no integrada, pero… ¡Ay amigo, ese guisote de carne!. Hay que ver qué bien hacen por allá arriba estos estofados. Casi negra la salsa, untuosa, hipermegasápida, “jarabosa”, y la carne tierna, deshilachada y jugosa. Ostrás pedrín. Te la sacaban en una graciosa sartén-cazuela que contenía una generosísima ración, como para tres.
El postre era muy curioso, tal que una magdalena rellena de una manzana entera, todo ello horneado.
Tomé blanquito por copas, un sauvignon blanc dijeron, que se dejaba beber, servido en origen y con copas mediocres. Resultó ser un coupage de airén-sauvignon blanc de… ¡La Mancha! The Green Wine Company.
Servicio afable y rápido.
Salimos contentos. Un lugar sin pretensiones, con buen rollito y un guiso de carne que te mueres. Si la mesa hubiera estado menos pringosa…
Eso que lees más rápido de lo que debes me ha hecho ver "Croquetas Van Basten", y ya te iba a recomendar un vino del Marco.
Un abrazo, vividor.
Su catedral y su enorme Torre (no me acuerdo ahora del nombre) merece una horas allí.
Es que buscas buenos asesores...
De verdad que sí!
(ambas cosas jeje)
Ná!!
Mi espalda no se lleva bien con las bicis...
Zapateando la ciudad!
Además las bicis por allí van poco de paseo…van más rápidas que las motocicletas. Y su carril es muy suyo.
Es "demasiado" suyo. Más que nada, porque hay veces que hay "autopista-bici" y carretera, lo que no hay es aceras para que el peatón circule.
La gente se lleva más susto al cruzar el carril bici que la calle de coches
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