Después de dar un paseo por el pueblo y sin haber encontrado un sitio que tuviese buena pinta para comer, decidimos entrar en este restaurante que no tenía mala pinta del todo.

Interior relativamente moderno, mucho hormigón, algún cuadro, sillas metálicas, etc. Una pequeña entrada da paso al comedor en el que hay no más de 6 mesas. Local lleno salvo una mesa que será la que ocupemos.

Después de esperar durante un buen rato, se nos acerca la camarera para leernos el menú del día. Al preguntar si podíamos pedir algún plato fuera del menú nos indica que sí pero que el tiempo de espera será considerable. Orientación total al menú del día ...

De lo ofrecido yo opté por tomar croquetas de primero y bacalao al horno de segundo. Si bien no sonaba mal la propuesta, el resultado no fue todo lo satisfactorio.
Las croquetas eran 4 unidades pequeñas con un sabor más tirando a san jacobo que al de una buena croqueta. No llevan ni bechamel.
En cuanto al bacalao, llegó mucho más tarde que los platos del resto porque se olvidaron de meterlo al horno y lo peor es que cuando llegó, con las prisas, venía un tanto crudo. Al menos la mitad del plato se quedó allí.

De postre tomamos flan de café para compartir entre 2 y posiblemente fuese lo mejor de la comida.

Para beber una cerveza 1906 de Estrella Galicia y poca más historia tuvo la comida.

En resumen, un sitio completamente prescindible al que no creo que vuelva.