Comida de supervivencia en lo que parecía una pizzeria aceptable.
Era la segunda opción tras ir al de enfrente que ya tenía la cocina cerrada y un menú interesante, al menos en la pizarra.
Local agradable, bien decorado y en el centro de Bolonia, cerca de las dos torres.
Dos aguas minerales de medio litro a 1€, buen precio y una buena agua en botella de plástico, eso sí.
Unos tagliatelle a la bolognesa, malos y afortunadamente escasos. Unos scaloppine, bañados en una espesa salsa de bote y con algun grumo. La carne de cerdo, fina, reseca y dura. Se come porque hay hambre. 7 € el plato.
Una pizza para compartir, la valtellina, con bresaola, champiñones, rúcula y parmesano, 8 €. Me preguntan si la queremos cortada y digo que sí. Mal cortada, solo marcada, debido a la chiclosidad de la pasta que maridaba muy bien con la chiclosidad de la bresaola.
Desistimos de probar los postres caseros y del café, para poder hacer la siesta en el hotel. Un menú completo se acercará a los 20 €.
Hay que sumar dos euros del coperto, los cubiertos se quedaron allí. Incluía unos grisines embolsados a base de grasa de palma que ni nos dignamos a probar.
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