Restaurante de cuidada ambientación clásica, vajilla de Versace y menaje perfecto. La comida absolutamente deliciosa, Toño Pérez realiza un gran trabajo en los fogones y utiliza las fantásticas materias primas que lo rodean con maestria y con un gran control sobre los puntos de cocción. Fue muy amable y nosotros solicitamos un cambio en el menú de degustación al que accedió sin poner ningún problema. El servicio atento y diligente. El vino, que vamos a decir del vino en un restaurante como el Atrio, pues bueno que se supone que es impresionante, nosotros teníamos mucha ilusión –incluso compramos la carta de vinos- pero no tuvimos mucha suerte, ahora es un poco largo de contar, pero el caso es que por circunstancias externas a nosotros –quizá algún día lo cuente en el foro- el sumiller no estaba (día libre) y que es el Atrio sin sumiller, pues como un jardín sin flores o sea que el servicio del vino correcto, los precios algo subidos (x2.5 ó 3 tienda) y al final una decepción que gracias al buen hacer de Toño Pérez no terminó en tragedia.
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