Si no conocéis Batea os estáis perdiendo un sitio precioso, un pueblo encantador, con unas bodegas de categoría, un museo de la Batalla del Ebro y un entorno privilegiado.
Ya en una visita anterior me recomendaron este restaurante, peor no fue hasta este verano cuando pude ir, después de una visita a las Bodegas Altavins donde, dicho sea de paso, nos atendieron de maravilla.
El local está en la gasolinera a las afueras del pueblo, por lo que el aspecto no invita a entrar, pero en cuanto traspasa la puerta la cosa mejora. Nos pusieron en un gran comedor compartiendo espacio con una mesa de celebración familiar de unas 25 personas, cuando yo vi aquello me dije "ay, ay, ay donde me he metido...". Felizmente lidiaron con el trabajo de manera admirable,sin desatendernos en ningún momento, lo que da idea de la profesionalidad del servicio.
Hay otro comedor que me pareció más acogedor que el nuestro, de techos muy altos.
La mesa es muy original: tablero forrado con las tapas de las cajas de botellas de vino y un cristal encima, original y sugerente.
Nos acogimos al menú y acertamos de pleno, platos sabrosos, bien elaborados y con raciones correctas: sepia guisada estupenda, ensalada de jamón, ravioilis de foie, hamburguesa de vacuno, confit de pato, bacalao gratinado.
Pan correcto, carta de vinos bien surtida con gran número de caldos de la zona, copas de buena calidad y servicio impecable. Nos recomendó el blanco y el tinto con acierto.,
Como dejé cosas de ver en Batea estoy deseando volver.