Hacía años que deseaba recuperar el sabor del caldero de toda la vida, el que mis padres me llevaban de pequeño a comer a Santa Pola en las ocasiones especiales. A eso vine a este restaurante por insistentes recomendaciones y familiares y amigos de la zona y eso es exactamente lo que encontré: un fantástico caldero de gallina (pescado, se entiende) con el sabor de siempre.

El local está situado en los bajos de la casa del mar de Santa Pola, justo enfrente del puerto pesquero. El local es sencillo, sin vistas ni ninguna pretensión. Aquí se viene a comer bien.

Para los no iniciados, diré que se compone de un guiso de gallina y patatas, con un caldo de pescado concentradísimo en el que mojar kilos y kilos de pan. Se sirve acompañado de la "salmorreta" de toda la vida: alioli diluido en el propio caldo del pescado. Y después, un arroz seco sin nada más que el fondo de pescado, excelente de punto y sabor.

Vimos servir otros arroces con un aspecto estupendo.

De postre un helado de turrón, bueno

Servicio muy amable. Las raciones son muy abundantes (recomiendo no caer en el error de pedir ningún entrante si se va a comer caldero). Tuvieron la amabilidad de ponernos muy cuidadosamente en fiambreras el sobrante.

Salimos a menos de 35 € persona, una excelente rcp para la calidad de lo comido