Los Albertozzis

De nuevo en Bologna, la docta, la gorda, la roja. Tras pasar el día en Milán, tren rápido a media tarde y… a casita. Paseo desde la estación hasta el hotel por nuestros ya amigos los interminables pórticos boloñeses, duchita y a buscar un lugar dónde cenar, y cenar bien, que parecía que había pasado un mes por el cúmulo de actividades (Módena - Osteria Francescana / Milán - Don Lisander) pero seguía siendo mi 50 cumpleaños.

La gente de Tamburini, cuando les preguntamos cual era para ellos el mejor restaurante de la ciudad nos contestaron que éste, Bertozzi. Dudamos entre esta recomendación y el único estrellado de Bologna, al final nos decantamos por hacer caso a la opinión de los lugareños. Y había mesa, así que... a Bertozzi.

Está en la zona que menos conocíamos de esta población, al oeste de la misma, fuera del casco histórico, a unos tres km del centro. --¿Vamos andando? Como no hemos paseado nada hoy… --¡Aaaaandando, que es gerundio. Vaya diíta, no sé los km que nos metimos entre pecho y espalda.

Es una zona sin encanto, una calle que podía ser del extrarradio de cualquier ciudad europea. Y nos pareció excesivamente tranquila. No había ni Dios en la calle, y eran las 21’00h o así. ¿¿??

Y allá que nos plantamos, en un restaurante que, al igual que la calle en la que está, no tiene ninguna gracia. La sala es muy pequeñita, rústica, con la cocina casi a la vista, y tiene una terraza muy tranquila que da a la citada calle y a un pasaje interior, pero está bien aislada visualmente, no estás expuesto al paso de los viandantes y/o vecinos ni mucho menos. A la terraza entonces.

Resultó ser que Trattoria Bertozzi es propiedad de dos socios, uno se ocupa de cocina y otro de sala, y ambos se llaman… Bertozzi. El Bertozzi que nosotros conocimos, el de sala, es un tipo rudo, grandullón, con mirada desafiante. Entre eso y la leyenda que reza en el cartel (”Donde el cliente no tiene casi nunca la razón”) la verdad es que el tema era cómo decirlo, inquietante…

Nada que ver con la realidad, Bertozzi-Sala resultó ser un tipo afable, rudo, sí, pero afable.

Nos dejamos llevar por él tanto en lo concerniente al condumio como en lo que atañe a la bebida.

Comenzamos con unos ciccioli, que no fueron sino chicharrones, de los secos, no de los gaditanos, y estaban de rechupete, algo adictivo.

Seguimos con pasta. Al vernos dudar nos montó él un mix, con una receta de ellos clásica de la carta y otra de temporada. La primera eran como unos spaghetti impregnados en nata, con azafrán, calabacín y recubiertos de lascas de parmesano; y la otra unos tagliatelle con rebozuelos (galletti o finferli les llaman allá). De ahí lo te temporada (alucinaba yo con eso de “pasta de temporada”) y es que eran setas de temporada.

Y cerramos con un plato consistente, untuoso e hipersabroso, cotoletta alla bolognesa , una chuleta limpia de ternera rellena de algo sápido tipo prosciutto y cocinado en caldo de carne y queso parmesano, pero qué saborazo ese queso. Bologna y Parma son vecinas, y se nota, los quesos parmesanos que tomas en Bologna, tanto naturales como cocinados, son de otra dimensión.

De postre, una curiosa crema espumosa de yema de huevo, me recordó mucho a mi abuela y sus yemas de Ávila, pero con el dulzor muy mitigado.

Bertozzi es un lugar especial, y se nota hasta en los vinos. Tiene una interesantísima oferta de vinos por copas procedentes siempre de botellas magnum. Curioso, curioso. No sé cuántas tendrá, imagino que no muchas, pero tiene recursos para lo que le pidas. Fuimos negociando, y quedó así:

o Bollé Cuvée Extra Dry. Un spumante del Véneto, trabajan mucho mejor de lo que yo pensaba los espumosos en el norte de Italia.
o Lefisio 2013. No podía faltar en esta cena un pignoletto, en esta ocasión tranquilo, un descubrimiento esta variedad. Nos recalcaron que este era un top, requisito para poder estar amparado por la DOC Colli Bollognesi Pignoletto Superiore.
o Bastiano 2011. Esto... --"¿Me vas a sacar un cabernet sauvignon con las variedades tan guapas que tenéis por aquí?". --”Tú, pruébalo". Tremendo, corpulento, goloso, sí, con el pimientillo verde pero sooooplá. De ahí, de Colli Bolognese.
o Ombre di Luna 2012. Un passito de la variedad albana, de Emilia-Romagna, perfecto para culminar una cena, con ese puntillo tan característico de los passitos.

En conjunto, una propuesta muy a tener en cuenta, desde luego totalmente recomendable. Volvería sin dudarlo. Le falla el entorno tanto interno como externo, pero en vinos y viandas, el mejor de los que yo visité en la ciudad.

Dio la casualidad -de ahí la tranquilidad de las calles a la ida- de que ese mismo día, a esa misma hora y a escasos metros de ahí, en el Estadio Renato Dall'Ara, se jugaba el Bologna FC su ascenso al Calcio. Durante la cena, un par de atronadoras ovaciones alteraron la tranquilidad de la velada: eran los goles del Bologna FC y el final del partido, celebrados por su afición.

Consiguió subir, convirtiendo el paseo de vuelta en algo animadísimo, pues la calle por la que caminamos durante 15 minutos era la principal vía de evacuación del estadio, así que nos divertimos viendo pasar a multitudes enfervorizadas en coches, autobuses, motos, con las banderas blaugranas.

Era nuestra última noche en esta maravillosa ciudad y nos encantó despedirnos de ella con esa inesperada y contagiosa alegría de sus gentes.