Amplio, decoración sobria, manteles individuales de papel, buen menaje, copas mejorables, servicio atento y servicial. Dispone de carta con algunos platos tradicionales y varios menús, incluido uno infantil por 14,-€. Carta de vinos algo corta con precios por encima de x2. Me gustó que hubiese varias referencias en formato 3/8. Servicio consistente en apertura, prueba y primer llenado.
Tomamos el menú de parador (25,-€) que no incluye las bebidas:
- Milhojas relleno de brandada - Bueno.
- Carpaccio de ternera bruneta - Algo insípido.
- Chuletas de cordero a la parrilla con allioli y patatas confitadas - Nos apetecían. Muy buenas, aunque el allioli era mahonesa con ajo bastante suave. Deliciosas las patatas.
- Coulan de chocolate con helado de vainilla y coulis de frambuesa - Nada original pero muy bueno.
- Ensalada de frutas frescas de temporada - Presentación trabajada, supongo que para justificar los 7,40€ que cuesta en la carta. ¿Y las frutas de temporada? Salvo las cerezas...
El niño tomó un "Menú superchef" (14,-€) consistente en un plato principal, una guarnición, un postre y una bebida: "hot dog" con patatas fritas, helado de vainilla y un refresco. Le decepcionó un poco el bocadillo, ya que esperaba un bocadillo más grande... Creo que deberían contratar a un nutricionista...
Para beber, un agua de 1 l. (2,30€) y una botella de 3/8 de Castell de Sant Antoni BNGR (20,-€) con su cubitera.
Hacía unos 15 años que no lo visitábamos. Lo han modernizado, ya no hay manteles de tela (perviven las servilletas), las camareras ya no llevan los trajes tradicionales, la carta se ha estandarizado mucho... En fin, para mí ha perdido buena parte de su encanto.