Experiencia recomendable

Hace un par de años me llamó la atención que un sumiller de un restaurante de un pequeño pueblo de Segovia, de donde provengo, había llegado a la final de la Nariz de oro. Investingando un poco más vi que se trataba de un asador, y gracias a la red pude comprobar que los que pasaban por allí hablaban favorablemente del lugar, así que para mi última reunión de amigos propuse acercarnos a conocerlo.

Antes de entrar al restaurante pasamos por el bar, tumultuoso a la hora que llegamos, pero donde pudimos amenizar la espera con una copita de Martinsancho acompañada de su preceptiva tapa, algo que echo de menos desde que me vine a vivir a Valladolid.

El restaurante está en un edificio anexo al del bar. Se distribuye en dos plantas, incluyendo la inferior una bodega climatizada acristalada. Nosotros comimos en la superior, en una mesa amplia y bien dispuesta. Habíamos encargado unos cuartos de cordero, y completamos el menú con un par de entrantes de una selección que nos cantaron de viva voz. Los elegidos fueron:

+ Huevos rotos con perrechicos: Muy bien, huevos "de verdad" y unos perrechicos en su punto. Ningún pero.
+ Ensalada de perdiz escabechada: Una pequeña sorpresa, incluía fresas y un poco de aguacate que le daba un toque original.

En cuanto al cordero, bien asado, en su punto. Yo personalmente lo prefiero un poco menos crecido, pero esto ya es cuestión de gustos. Para acompañarlos, un par de ensaladas de lechuga, tomate y pimiento rojo.

En la elección del vino nos dejamos sorprender por Conrado. Nos trajo para probar una botella tapada con aluminio para que no condicionara nuestra elección. Después de recibir el aprobado general nos descubrió que se trataba de La Vitoriana, una de las excelentes mencías de Raúl Pérez (17€)

Para concluir, como postres probamos unos crujientes canutillos rellenos de crema y acompañados por un intenso helado de queso, un exquisito milhojas, el correcto volcán de chocolate y un intento más de copia del ponche segoviano, bastante lejos del original.

Como colofón de la comida Conrado nos invitó a conocer su bodega, en la que destacan las referencias del propio Raúl Pérez, de Alfredo Maestro y Abel Mendoza. Estuvimos un ratito manteniendo una agradable charla en la que le manifestamos nuestra intención de volver en otra ocasión a probar algunas de las joyitas de la vinoteca.

De camino de vuelta no pudimos evitar parar en Cantalejo para llevarnos unos deliciosos hojaldres de la Pastelería De la Iglesia.

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