Este Domingo Santo reservamos en este restaurante para llevar a una pareja de amigos que vive fuera y para que vieran que en Castellón se hace buena cocina y a un precio comedido.

Este restaurante tiene una peculiaridad: no tiene carta. Te ofrecen un menú a la hora de comer en el que los entrantes son fijos (si tienes alguna alergia o no te gusta te cambian sin problemas alguno de los platos) y después sólo tienes que elegir el segundo.

Tiene unas estanterías que sirven para separar zonas, llenas de botellas de vino de muchísimas zonas de España, además de un rincón enorme de ginebras, otro más pequeño de cervezas artesanas y una chiquitín de espumosos.

Nosotros fuimos y el menú constaba de cinco entrantes a compartir, 3 platos de carne y 3 de pescado entre los que elgías el segundo, agua, pan, postre y café por 20€. Además te incluía una botella de vino de la casa por cada dos comensales.

Y si querías cambiar el vino, no tienes problema. Te dicen qué precio tiene y te lo descuentan de la botella que elijas de la estantería o de la que ellos te aconsejen. Lástima que no tengan vinoteca, porque en verano se echa de menos esa temperatura de servicio, aunque ellos te saquen enseguida enfriador o cubitera.

El servicio de mesa atento, muy atento y profesional, pero aún tienen un par de camareros por pulir y se tienen que hacer a la nueva ubicación y dimensiones del local, ya que hace poco que cambiaron.

Vayamos al ataque con la comida. Los entrantes fueron un salteado de setas con gambas que era pura potencia de sabor, concentrado, con un fondo delicioso. La textura de las setas era perfecta; almejas con una salsa verde muy suave. A mí la salsa verde no es que me entusiasme, además porque tapaba un poco las almejas, que tenían un punto de cocción perfecto; papas con camarones. En este plato las papas eran de bolsa, García, eso sí, pero de bolsa; nécoras, con una carne muy rica, muy buenas. Sin filigranas. Todo sabor; salmorejo: puro sabor, suave, perfectamente aderezado con sus trozos de jamón, huevo de codorniz cocido, chorrito de aceite... En líneas generales los entrantes de calidad y muy buenos, salvo por un par de detalles.

De segundo elegimos codillo en su jugo y canelón de merluza con gambas. El canelón suavidad total, la masa perfecta, sabor auténtico... Deliciosos!!! Pero sólo ponían una pieza y pienso que con dos habría sido perfecto, porque mi mujer, que no es de mucho comer, le pareció un poco justo.

El codillo estaba tierno, tierno, tierno, tierno, tierno... Sabroso, jugoso, la reducción de su jugo increíble... Par amí el mejor plato de todos.

Luego los postres todos caseros: tarta de la abuela, mousse de chocolate, de limón, tiramisú, flan de turrón... para que se te suba el azucar a los ojos.

Y luego unos carajillos como es de rigor.

Acompañamos la comida con Clotás Monastrell 2011, que maridó perfectamente.

Como íbamos con un nene de 3 años, le sacarón fuera de menú unas croquetas de jamón (6) y otras de pollo (6) que estaban muy buenas, pero con un punto menos de bechamel mejor. Y de segundo unas chuletillas de lechal tiernas y sabrosas.

Total: 100€.

Nuestros amigos alucinaron, porque el nivel había sido muy alto y además habíamos pedido carajillos y vino aparte, además del plato del niño.

Para repetir!