Normal.

Íbamos decididos a cenar de pinchos, habida cuenta de la fama del lugar, reconocido como lo mejor de Haro, con la pared llena de premios a tal arte. Pero no fue nada que sorprendiera, supongo que al final uno ya se cansa y lo hace todo normal, sin amor. Los famosos pinchos eran buenos, pero no gran cosa, bien de precio, servidos como siempre, al microondas, supongo que no hay otra manera, pero eso desmerece cualquier grado de excelencia. El vino bien, como no puede ser de otra manera en Haro, probamos muchos, bien las copas, la temperatura y la calidad. Si uno se va unos kilómetros y se adentra en Álava tiene mejores pinchos en cualquier tasca, y el vino sigue siendo el mismo. Lo hice.

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