En la parte alta de la calle Orense, en el lugar que ocupó la discoteca Verdi, han abierto el RETO BAR, último negocio del Grupo Oter, que está que no para. De hecho Reto es Oter leído del revés, toda una declaración de intenciones porque lo que pretenden es dar la vuelta al concepto tradicional de restaurante.

Reto aúna en un mismo local, casa de comidas, “afterwork” y discoteca, un concepto importado de Nueva York, que estamos viendo últimamente en otras recientes aperturas en la Capital como Fox, Opium o Zoe.

Abren ininterrumpidamente desde la una de la tarde a las seis de la madrugada, aunque la cocina cierra a medianoche. El local es enorme y espacioso, dos pisos, en la planta calle una barra de cocteles, mesas altas, al fondo la pista de baile y musicote. En la planta sótano, todo restaurante y reservados para los que buscan más tranquilidad. La decoración es moderna y sofisticada, en tonos turquesa, cristales, espejos y madera, realizada por Cousi, las mismas decoradoras del Ten con Ten.

Tienen un chef italiano que es un artista y la carta es de corte mediterráneo: Cocas, fritos, ensaladas y arroces conviven con recetas transalpinas como lasaña, pasta o costoletta. Todo a precios contenidos, entradas sobre los 10 euros y ningún segundo llega a los 20 euros. Nos comentan que pretenden dar de comer decentemente con un ticket medio de 35 euros por cabeza.

De aperitivo de la casa nada más sentarnos, unos taquitos de un rico parmesano y un poco de ensaladilla rusa.

Nuestra opción fue:

Laminados de berenjenas fritas a la miel de romero, muy finas, buen sabor pero con exceso de aceite, y es que freír la berenjena, que te quede crujiente y no se empape en aceite es complicado.

Lasaña de harina integral con conejo estofado, cebolleta y zanahorias. Muy sabrosa, con la pasta al dente y el conejo deshuesado y desmigado. Excepcional, de mojar pan.

Raya, a la menier, riquísima, hace poco la tomamos otra raya a la mantequilla negra muy buena en el Atelier Belge y ésta no le iba a la zaga en absoluto.

Tiramisú con una bolita de helado de turrón de jijona. El maître nos recomendó los postres italianos y efectivamente estaba extraordinario, creo que el mejor que hemos comido nunca.

Carta de vinos extensa, de la que escogimos un albariño Pazo de Barrantes, un valor seguro, servido como mandan los cánones.

Servicio amabilísimo y profesional, atentos a rellenar la copa, reponer pan, etc. La comanda servida a su debido tiempo, sin esperas y con cambio de cubiertos y platos en cada pase. Llevan apenas dos semanas abiertos pero aquí no se aprecia ningún fallo de rodaje.

Y es que allí estaba Gerardo hijo pendiente de todo, un tío majísimo con quien tuvimos una animada charla en la que nos demostró que domina el negocio de la hostelería y tiene las cosas muy claras.

Sábado noche y el local con media entrada, pero no me cabe duda que en cuanto se corra la voz aquí va a costar trabajo reservar.

Sin contar con la copilla que tomamos para rematar la noche, pagamos poco más de 70 euros por todo, un excepcional precio para la calidad del condumio y lo a gusto que estuvimos. Volveremos muchas veces.