Caray, qué sitio tan guay!

CARAY es un restaurante muy bien montado que han abierto recientemente al principio de la calle Hermosilla, en los bajos del Hotel Meliá Fénix. Decorado en plan elegante y lujoso, en tonos verdes y oscuros, latones dorados, madera y grabados colgados en las paredes. Buen ambiente, día de año nuevo y el restaurante a tope de gente. Clientela pija y madurita como corresponde a la zona.

Nada más entrar te recibe una barra de cócteles, con varias mesas altas alrededor y un cortador de jamón. Al fondo el restaurante propiamente dicho. Caray cuenta al frente de sus fogones con Miguel Ángel Román, el propietario de 'La Montería', toda una garantía.

Ofrecen una carta de cocina de mercado, preparaciones sencillas pero con algún toque creativo: gambas gabardina invertidas, arroces y risottos, tartar de ciervo, etc.

Dos personas. Nos acomodamos en una de las mesas altas con intención de tomar varias raciones. Por cierto, la mesa amplia y las sillas altas comodísimas. De aperitivo de la casa una tacita de un excelente salmorejo con guarnición de huevo duro y jamón ibérico, y un platito del suave y frutal aceite de oliva picual que utilizan para cocinar.

Pedimos, a compartir:

Una ración de croquetas de ortiguillas. Ocho piezas, nada grasientas, con rebozado
fino. Estaban buenas, aunque nos gustan con el interior más líquido. Correctas.

Tempura de pulpo con crema de boniatos. Aquí el pulpo se presenta cortado en tiras como las rabas y tempurizado. Muy bueno.

Callos a la madrileña. Receta clásica, cortados bien menuditos y melosos, con una salsilla con el punto justo de picante de mojar y mojar pan. Extraordinarios, sin duda lo mejor de la comida.

De postre una rica tarta de queso con helado de yogur y mermelada de frutos rojos, muy rica, con un fuerte sabor a queso, ligera y nada empalagosa.

Carta de vinos muy extensa y variada de la que elegimos un tinto Lalama (mencía de la Ribera Sacra), servido excesivamente frío, pero que fue atemperándose a medida que íbamos comiendo. Ligero y fresco, resultó una elección muy acertada.

Pan de hogaza, moreno y blanco, servido a discreción. Buena vajilla y copas. No hay manteles pero las servilletas son de tela de buena calidad. Servicio un poco despistado (debía de ser el primer día de la camarera que nos tocó), suerte que su compañero estuvo al quite, y al final estuvimos muy bien atendidos.

Con un café (acompañado de unas galletitas de sésamo). La cuenta ascendió a unos 80 euros. Buena relación calidad-precio. Nos ha gustado mucho, volveremos a probar más cosas y lo recomendaremos.

  • Salmorejo

    Salmorejo

  • Pulpo tempurizado

    Pulpo tempurizado

  • Barra

    Barra

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