El paisaje otoñal alcanza en Rioja un grado de bucolismo difícilmente superable. Cualquiera que se pasee por sus viñedos en esta época del año se quedará sorprendido de la explosión de color que adquiere el campo tras la vendimia. Rojos, ocres, verdes y amarillos, conforman un mosaico colorista comparable, incluso, al de los hayedos y robledales de las montañas. Buscando disfrutar de este maravilloso espectáculo hemos pasado la mañana recorriendo parte de la propiedad de la Granja Nª Sra. de Remelluri, cuyos viñedos se extienden bajo las faldas del monte Toloño. Finalizado el paseo, en el que hemos podido visitar los viñedos enclavados a mayor altura de Rioja Alavesa (800 m de altitud), además de algunas parcelas de cepas prefiloxéricas, había que buscar un lugar adecuado para ir a comer y, sin pensárnoslo mucho, hemos llamado a este restaurante, del que hasta la fecha nada más habíamos escuchado halagos.
Se ubica en Briones, una pintoresca localidad que ya de por sí merece una visita a fondo. El establecimiento en cuestión, que dispone también de hotel, se distribuye en dos plantas que ocupan los antiguos calados de una bodega. Al conservarse la estructura original el espacio es ciertamente limitado, si bien una vez sentados la sensación de estrechez acaba mitigándose. Sin apenas concesiones decorativas, excepto por el vistoso tapizado de las sillas, la piedra tallada es el elemento protagonista tanto en paredes como bóvedas. El local no carece de encanto, si bien los amantes de las comodidades es posible que no se encuentren del todo a gusto.
Su cocina es de corte tradicional, siendo uno de sus puntos fuertes el producto de temporada. Tras mirar la carta y escuchar alguna propuesta fuera de ella, nos decidimos para compartir entre dos adultos y dos niñas los siguientes entrantes:
-Fritos variados: no se trata de las típicas croquetas, si no de productos cárnicos (chorizo, morcilla, lomo fresco) rebozados. A las crías les encantó, y a nosotros también, la verdad.
-Revuelto de hongos: elaborado con el huevo a medio batir, poco cuajado y con una buena cantidad de Boletus. Muy bueno.
-Alcachofas con almejas: verduras frescas, con un acertado punto de tersura, y almejas de marcado sabor marino componen un plato que figura entre los más recomendables de este establecimiento.
El apartado de los segundo quedó como sigue:
-Entrecot con salsa de queso de Cameros: lo pidió una de mis hijas y, aunque no lo probé, tenía buena pinta.
-Txipirones en su tinta: aunque no eran para mi, pude probarlos y los encontré con exceso de cocción, si bien su sabor resultaba más que satisfactorio.
-Chuleta de vaca: acompañada de una buena ración de patatas fritas y de pimientos rojos, se presenta ya cortada y sobre una piedra caliente, sistema que no me acaba de convencer por el humo que genera. La carne estaba ciertamente tierna y con muy buen sabor.
Llegados a los postres ya no quedaba hambre, si bien pedimos para compartir una ración de tarta de requesón, que supuso un final más que digno para la comida. Cuando nos estábamos tomando el café (correcto simplemente), apareció la camarera que se ocupó de atendernos con par de helados para las niñas, detalle que al final no tuvo reflejo en la cuenta. Hay que destacar la amabilidad y simpatía de todo el personal de sala, virtudes que ni en los momentos en que el comedor estaba lleno se vieron resentidas.
Por último, el apartado vinícola se trata dignamente. Su carta se centra fundamentalmente en los riojas, siendo los precios muy comedidos y contando con coperío adecuado. Elegimos para la ocasión un Tondonia Blanco Reserva 1998, un vinazo por el que pagamos 23€, un precio casi más propio de tienda.
En resumen, nuestro paso por este local nos ha dejado buen sabor de boca, confirmando las opiniones favorables que habíamos escuchado. Recomendable para todo aquel que se acerque por la comarca de Rioja Alta.