Para reponer fuerzas entre bodegas y Oporto

Tras pasar la mañana entre las bodegas de Vila Nova de Gaia, preguntamos en una de ellas, donde iban los "Tripeiros”, como se llama cariñosamente a los habitantes de Oporto a comer. Obviamente en esa parte de la ciudad, todo está muy enfocado al turismo, pero nos recomendaron un restaurante tradicional, el Casa do adao situado a la otra parte del Duero enfrente de la Riveira en Vila Nova de Gaia.

Buscábamos un restaurante más tradicional y de ir por casa, lo que confirmamos cuando entramos en este local de ambiente familiar con manteles de tela a cuadros y con platos batalleros.

De entrante pedimos unas croquetas caseras de bacalao, la ración mínima eran 6 unidades y si a eso le sumamos que eran enormes, cuando te las acababas ya casi estas haciendo la digestión.

Para seguir haciendo cosas tradicionales de turisteo, nos pedimos dos Francesinhas, una de pollo y otra de ternera. Para los que no sepan lo que es, se trata de una rebanada de pan de molde tostada, rellena de diversos tipos de embutidos y carne: jamón cocido, mortadela, un filete de ternera o cerdo. Luego es recubierta con otra rebanada de pan de molde tostada y con lonchas de queso, el cual es después gratinado y bañado en una salsa picante hecha a partir principalmente de cerveza y tomate. A parte de lo tradicional, nos la sirvieron con una enorme ración de patatas fritas y con un huevo frito por encima. Toda una bomba calórica que supongo que los portugueses consumen en los días de frio invierno.

Para beber de nuevo apostamos por vino “verde” fresquito, aunque no se sí quizá hubiera sido más aconsejable un tinto para ayudar a digerir la comida.

A modo de anécdota, indicar que la camarera, divertida con la situación, nos retó a que si nos acabábamos la Francesinha nos invitaba a la comida, obviamente apostaba a caballo ganador.

Después de tanto comer, ya sólo pedimos unos pingos (café) como le llaman allí al cortado y pedimos la cuenta, que no llegaba a los 30 euros.

Decir que fue toda una experiencia que recomiendo a cualquier viajero que se quiera sumergir en las tradiciones lusas, eso sí sugiero, que a ser posible, si va a pedir una Francesinha o bien que no cene la noche anterior o bien que la comparta si se quiere acabar el plato. Por último un consejo, hay muchos restaurantes que anuncian la Francesinha por unos 6 euros, esta nos costó un poco más pero era más grande, más elaborada y mucho más sabrosa.

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