Restaurante Can Benet en Andorra la Vella
Restaurante Can Benet
País:
Andorra
Localidad:
Cód. Postal:

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Precio desde:
35,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Nota de cata PRECIO MEDIO:
39 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
4.5
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
4.5
Comida COMIDA
4.5
Precio medio entorno ENTORNO
5.0
RCP CALIDAD-PRECIO
4.0
Opiniones de Can Benet
OPINIONES
2

 

Nos decidimos por Can Benet por su reputación y porque la iniciativa "Andorra a Taula" nos permitía apostar por un menú cerrado a un precio que no se disparase demasiado. Llamamos por teléfono para confirmar disponibilidad y, tras el afirmativo del restaurante, llegamos allí a las 13.05h. Éramos los primeros clientes del día.

El señor que nos recibió nos envió a dar un paseo de 15 minutos, pues "aún no estaba abierto".
Tras el paseo de un cuarto de hora, volvimos al restaurante y, desde el descansillo de la escalera que hay a la entrada, una señora de la que solo veíamos sus pantalones nos inquiría a gritos si teníamos reserva.

A pesar del trato que nos estaban ofreciendo decidimos quedarnos.
Pésima decisión: todos los platos del menú eran a compartir excepto los pies de cerdo y el postre. Eso quiere decir que compartimos un escueto carpaccio, 8 mini croquetas (quemadas) y 8 raviolis (rellenos de ausencia de foie)

Tras este deleite, dos trozos de pies de cerdo tristes y abandonados en el plato. SIN guarnición. En serio, ¿qué cuesta ponerle una patata o una lechuguita al lado?.
De postre, dos bolitas de helado de bote dentro de una galleta impracticable, dura y seca. Triste.

Lo peor no es la calidad del menú ni el robo que éste supone al haberlo de pagar por un total de casi 74 euros.

¿Cómo explicarlo? A ver, imaginaos un granjero dándole de comer a sus cerdos. Seguro que lo hace con más cariño, en serio.
Es imposible describir el desastre del servicio. No cambian platos ni cubiertos, recogen las sobras directamente por delante de ti (colocando sus axilas a 10 centímetros de tu cara) y las colocan en un garidón anexo a tu mesa en el que las gestionan sin escrúpulos (intento no ser demasiado explícita, pero la escena es realmente ilustrativa de lo que puede estar pasando de puertas adentro en la cocina)

En nigún momento nos dirigieron la palabra, ni un "¿va todo bien?","¿falta alguna cosa?", "¿qué les ha parecido el carpaccio?"... NADA.

De hecho, entraban y salían de la mesa recogiendo y metiendo platos sin decir nada, con prisas, sin ganas.

El colmo fue cuando escuchamos cómo, mientras finalizábamos los pies de cerdo, la encargada nos señalaba a nosotros mientras le decía a una familia que esperaban mesa: "tranquilos, estos se van ya". Denigrante.

La cuenta llegó rápidamente y sin café previo: casi 74 euros.
Pagamos, nos levantamos, saludamos amablemente para despedirnos de algunos conocidos que se habían instalado en mesas contiguas, y marchamos.

Aún esperamos que nos despidan con un "gracias por venir" o un "hasta pronto".

Mini-vacaciones en Andorra la Vella para completar el veraneo. Sabedor de que mis dos restaurantes preferidos (Marquet y Costró) eran fijos en la quiniela, había que completar la tournée gastronómica con la búsqueda de dos nuevos restaurantes que no hubieran sido visitados en anteriores estancias y que ampliaran el panorama gastronómico ya conocido, siendo el ahora comentado el primero de ellos

Situación y entorno: Situado al lado del ayuntamiento, se encuentra ubicado a mitad de una estrecha y bonita calle con casas y pavimento de piedra que lo dota de un especial encanto, en especial si se tiene en cuenta el aspecto general -tiendas, tiendas y más tiendas- de la Avenida Meritxell.

El restaurante es una de esas casas antiguas y formidables con un singular sabor y encanto. Un piso inferior, con barra bien surtida en bebidas -“aquí vemos los partidos de fútbol”, -me dijeron. Y, subiendo una bonita escalera, un piso superior en donde se ubica el restaurante, diáfano, muy bonito, piedra, ladrillos, vigas de madera, un techado fabuloso, decoración al uso, suelo con forma de panal de abeja, la cocina con su lumbre en un rincón, pero ... todo ello desentonando con cinco horrorosas columnas griegas (bien blancas, por cierto) que, seguramente, conducirán al más oscuro de los avernos al interiorista que las sugirió (algún descendiente de Fidias, Pericles o Anaxágoras, quizás?). Un auténtico despropósito que impide otorgar, en este punto, un sobresaliente que -sin “eso”- estaría más que merecido.

El restaurante cuenta, además, con mesas de buen tamaño y diferentes formas (capacidad 50 pax) y con unas sillas cómodas. Buenos cubiertos, copas de marca -no recuerdo cuál- y una vajilla correcta. Limpieza, ambiente cálido y recogido. Debe dar gusto cenar allí en invierno, con buen frío en el exterior. Servilletas y manteles de tela, blancos. Fuimos los primeros en llegar (no habíamos comido casi, de ahí lo temprano) y, poco a poco, se fue llenando, sin llegar a saturarse.

Servicio y servicio del vino: Muy amables. La verdad es que la dueña se deshizo en atenciones, teniendo algún buen detalle que luego se comentará. Los tempos entre platos muy bien medidos, sin prisas. Ventajas -también- de ser los primeros. En cuanto a los vinos, hay existencia de tintos, blancos, rosados y espumosos. Las denominaciones típicas, sin excesivo fondo de armario (unas 35/40 opciones) y con una presencia mayoritaria de prioratos. Precios no excesivamente inflados, con alguno de ellos a muy buen precio, como, por ejemplo, el Embruix (25 euros), el cual salió un tanto subido de temperatura, lo que se arregló con la pertinente cubitera de hielos.

Comida: Cuenta con una carta con especialidades de cocina casolana. Buen número de entrantes -con algún plato fuera de carta, propio de temporada- y un buen número de carnes. Algo menos de pescado y un correcto surtido postres. Empero, no había muchas ganas de pensar, el menú degustación parecía de calidad y abundante -había buena gana- y su precio (30 euros) era atractivo (y muy recomendable). De cabeza a por él.

Tras un pequeño aperitivo de fuet y aceitunas, el primero de los platos consistió en un carpaccio de bacalao con trufa negra. Perfectamente laminado, y de muy buena calidad. Magnífica preparación y con un sabor intenso, con un agradable punto ácido de limón. Muy rico.

Mix de croquetas. 14 croquetas variadas de tamaño medio: de ceps, sobrasada, jamón, butifarra negra y parmesano y calamares en su tinta. Correctas en general, bien fritas y sin exceso de aceite, siendo en especial destacables las de sobrasada y las de ceps.

Raviolis (4) de foie-gras y salsa de trufa negra. De buen tamaño, y ricos de sabor, si bien, a mi juicio, un poco pasados de cocción, aunque los que me hacen el honor de leerme ya saben de que pie cojeo en este tema y la razón de ello.

Caldereta de judías con bogavante. Curiosa combinación que nunca había probado y que esperaba con una cierta expectación tras las bien conocidas -y casi siempre satisfactorias- experiencias de fabes con almejas y fabes con andaricas o la de garbanzos con bogavante. Pero .... el plato (o su ejecución) fue regular, el más flojo del menú. Mejor las judías -y su salsa- que el bogavante, absolutamente gomoso.

Añadido a lo anterior, y dado que durante el trascurso de la cena me llamó la atención la cantidad de setas -concretamente, rebollones o robellones- que le estaban trayendo al propietario, me atreví a pedirle a la propietaria si, por favor, nos podía preparar uno de ello a la brasa. Atendiendo la petición -y, ojo, sin que ello repercutiera en la factura (buen detalle)-, nos prepara un sencillo, pero delicioso, rebollón con foie, realmente espectacular.

Se cerró el menú con un postre con el que uno no puede sino sonreír cuando se lo ve entre las manos: un helado de corte de nata -natural y generoso de tamaño-, emparedado entre sus correspondientes galletas. Qué recuerdos de niñez!

Con el pan -correcto-, una botella de agua y sin cafés, la cuenta subió a 86 euros/2 pax., una RCP, EMHO, bastante atractiva.

Muy recomendable, cálido, trato muy amable, y con buen yantar. Ojalá todos los descubrimientos fueran así. Y con una ventaja adicional: si se fotografían en el mismo, y según donde lo hagan, siempre podrán presumir de haber estado en la cuna de la antigua Grecia.

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