Ubicado en las Dunas del Dosel, dentro del Parque Natural de la Albufera. Mi primera impresión fue la de un local propio de una película de Berlanga. Un patio atestado de mesas de plástico con manteles de papel sujetos para que no saliesen volando con la fuerte brisa marina. Menaje a conjunto con lo anterior. Servicio... ¿de trato familiar? No llegamos a ver la carta ni preguntamos por los vinos, aunque vi un armario climatizado y en un cartel se ofrecían más de una docena de diferentes arroces. Pedimos unas clóchinas al vapor, buenas, y una sepia a la plancha, buena, para ir haciendo boca mientras nos traían el arroz negro que ya estaba encargado previamente. De postre, un par de trozos de tarta, una de chocolate y otra, creo, de zanahoria para compartir, aunque ya estábamos bastante llenos. No me parecieron caseras y la de chocolate no me gustó. Bebimos agua, cerveza y refrescos. No recuerdo si hubo cafés.

Me hizo sentirme como cuando mis padres me llevaban a la Barceloneta en los años setenta. ¿Recomendable? No comimos mal, aunque todos coincidimos en que hubiésemos preferido más arroz y menos tropezones. Tampoco me pareció caro. Y tiene unas vistas magníficas... Por lo menos creo que merece una visita.