Uno de los lugares que tenía pendiente desde hace bastante. La vida y esas cosas, que tienen sus ritmos.
Razonable. Set ball. Match ball.
Llego a primera hora, como intento hacer siempre. Restaurante vacío (y así estuvo durante el tiempo que estuve). Servicio amable. Una cosilla sin importancia... es la primera vez que la persona que me recibe y atiende se presenta y me da la mano. Cosas que (me) pasan.
Carta asequible y suficiente. Es decir, es una hoja bien grande sobre un soporte y los platos separados en cuuatro grupos. En un conjunto de folios aparte están las bebidas. Distintos tipos de sake, cervezas japonesas y vino. Entre unas cosas y otras algo se puede beber. Bien.
Los nombres de los platos son algo evocadores, pero en fin, yo lo pongo en formato sencillo y simple. Comencé con media ración de caballa ahumada. Bien. La ¿salsa? que la escoltaba de manera profusa a ambos lados no termino de ver qué hacía ahí, pero la caballa bien. Sigo con media de tataki de atún. Vale. Solvente. No es el mejor tataki que he comido, pero vale. No sé si la hoja de rúcola por cada pedazo como acompañamiento es realmente necesario, pero vale. Por último unas gyozas, que indican que son caseras, rellenas de carne de cerdo (una suerte de albondiga pequeña). Bien. Quizá es sólo una impresión mía, pero me parecía ver cierta tendencia al "platocuadradismo".
Para beber una copa de Viña Zorzal, a 3,3 EUR y agua.
No sé, me quedo con una sensación rara. Es un lugar razonable. Que no es poco, pero sólo eso. Quizá un lugar que quiere ser más o pretende ser más de lo que realmente es y en ese camino se pierde; y no llega.
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