Tras muchos años visitando la isla, aprovecho esta valoración para extraer algunas conclusiones MUY PERSONALES sobre la restauración en ella. La primera es que en Ibiza, exceptuando lugares exclusivistas, no se come excesivamente caro. Utilizando la misma estructura oracional, sí que podemos afirmar que en Ibiza "se bebe caro". En todas nuestras cuentas al finalizar una sentada el precio de las bebidas iguala o supera siempre al de las viandas y eso que siempre tomamos cerveza, sangría o vinos de gama baja. Los platos, sin embargo, tienen unos precios razonables y unas raciones suficientes. La segunda conclusión es que en la isla generalmente no se come mal. Intento buscarle explicación a ello pues, tratándose de un lugar de gran afluencia turística, no es habitual que se “mime” al cliente y se cuide bastante la calidad final de los platos. Solo hayo el argumento que se pretende “fidelizar” al comensal que se sienta a la mesa para lograr que vuelva más de una vez en los días que pasa en la isla o, como es mi caso y el de muchísima otra gente, cada vez que regresa a las Pitiusas. Con ello quiero romper “media lanza” (no me atrevo a romper una entera) por los negocios hosteleros ibicencos y tranquilizar a todos aquellos que piensen visitar la isla y que son víctimas de aquel prejuicio de “en Ibiza te clavan por una mierda”. No.
Una vez me he explayado en esto, vamos al grano. Nuestra visita a este local vino motivada, por encima de todo, por la recomendación de la persona que ejerció de arrendador del apartamento dónde pasamos nuestros días en la isla (y sus correspondientes noches ¡Menudas son las noches en Ibiza!). Nos habló del sitio como uno en los que mejor podíamos comer por la zona. El consejo sonó sincero, para nada a artimaña comercial con vistas a obtener favor alguno por parte del restaurante. Cierto es que yo ya le había pegado ojo en la visita del año anterior pues expone al público una preciosa vitrina repleta de carnes de diferentes procedencias, calidades y precios, así como una bonita barra de sushi cercana a la zona de paso de los viandantes.
Ciertamente no se trata de la mejor ubicación para tipos raros como yo que nos gusta comer bien en un emplazamiento especial y ello me frenaba un poco a la hora de decidirme. El local se encuentra en la mismísima “zona cero” de la Playa d’En Bossa, en uno de los puntos más concurridos de la isla (la famosa doble curva, para quienes lo conozcan) donde por la noche coinciden los últimos rezagados playeros que se retiran a su hotel o apartamento, los “personajillos” que dejan medio piripis la conocida discoteca-xiringuito Bora Bora y aquellos que ya se encaminan al cercano Space. Ambiente extremadamente bullicioso, plurilingüe, sonido de cláxones, cánticos de los guiris… Al cruzar puerta de la terraza, sin embargo, uno consigue medio aislarse (decir del todo sería mentir) de este ambiente. Gente “guapa” sentada en las mesas (al fin y al cabo la hay en todos los restaurantes de la isla), música ambiente, copa de cava de bienvenida, personal joven y amable… Buen rollo. Mesas numerosísimas pero con suficiente separación y abundancia de personal para poder dar buen servicio.
La carta es extensísima y, para quienes seguimos el teleshow de Chicote, te lleva a pensar inmediatamente que han cometido un error: entrantes, pastas, pescados, arroces, carnes y páginas a parte dedicadas a cocina mexicana y a asiática. Leo al día siguiente a nuestra visita en la conocida web del “tripadvaisor” críticas muy favorables, haciendo especial mención a la cocina mexicana que califican como “auténtica”. Una lástima no haberlo leído antes. Algo hubiese caído.
Somos cuatro y decidimos compartir un variado de sushi al principio y cuatro entrecots (el más básico: 18,00 €) como segundos. La barra de sushi, como he comentado, ha captado toda mi atención y me dirijo a ella para ver cómo nos lo preparan. El cocinero, haciendo gala de esa paz oriental, parece abstraerse de todo el bullicio anteriormente comentado y trabaja con temple, destreza y elegancia. El producto también se ve seleccionado con lo cual el resultado no puede ser otro: unos excelentes bocados de sushi que disfrutamos como niños después de una maratoniana jornada en las calas más bonitas de la isla.
Pero sí rico estaba lo primero, para nada se quedaron atrás esos entrecots: carne deliciosa, asada sobre la brasa que le confiere un sabor excelente. Unos poco hechos, otros al punto, todos ricos con las infiltraciones justas de grasa (deliciosa) y el toque de sal gorda. Tamaño considerable de los mismos. Disfrutamos mucho, doy fe.
No puedo hablar tan favorablemente de la bebida. Pedimos ilusionados la sangría de cava (20,00 €) pues viendo que en esta casa se hacían tan bien las cosas, pensamos que esa sangría seria especial. Rica estaba, pero tras servirnos la propia camarera comprobamos entristecidos que el contenido de la jarra apenas rellenaba el poso de nuestras cuatro copas. ¿Qué podía haber? ¿Medio litro? Dejamos que disfrutasen de ella dos de los comensales y los otros dos nos pedimos una botella de La Planta (17,00 €, creo recordar), vino que ya conocía y que se deja beber con facilidad.
Tomamos, además, agua, cafés y unos chupitos de hierbas ibicencas. El precio no lo recuerdo exactamente, pero creo que fueron 34,00 € que pagamos a gusto por el trato recibido (siempre educado, cercano y diligente) y por la calidad de lo comido. ¿Lo aconsejaría? Para gente no demasiado exigente con “aquello que rodea la comida” sí. Para quienes desean “un remanso de paz” mejor que ni se acerquen por la zona. Esta misma comida en la terraza de alguna cala perdida constituiría un verdadero placer, eso sí. Decidan ustedes.