Restaurante Quinzi Gabrielli en Roma
Restaurante Quinzi Gabrielli
País:
Italia
Localidad:
Cód. Postal:
Tipo de cocina:
Vino por copas:
Precio desde:
95,00 €
(precio más bajo introducido por un usuario)
Nota de cata PRECIO MEDIO:
95 €
Nota de cata VALORACIÓN MEDIA:
8.1
Servicio del vino SERVICIO DEL VINO
8.5
Comida COMIDA
8.5
Precio medio entorno ENTORNO
8.5
RCP CALIDAD-PRECIO
7.0
Opiniones de Quinzi Gabrielli
OPINIONES
1

Una vez efectuada la primera toma de contacto la noche anterior, y tras un largo y magnífico paseo por algunos de mis sitios fetiche en Roma, tocaba acercarse al segundo de los restaurantes previamente reservados. Con buena página web, por cierto, y una contestación inmediata en la reserva efectuada por Internet, amén de muy educada, lo que, unido a comentarios del lugar de los que tenía conocimiento por personas de fuera de VEREMA, permitía presagiar -en principio- una buena jornada.

Y vaya sí lo fue; y no sólo en lo gastronómico, pues fue, junto a alguna de las jornadas de cata a las que he asistido, una de las comidas en las que más me he podido divertir por lo que luego se expondrá.

Ubicación y entorno: Muy, muy céntrico. Situado haciendo chaflán en una calle muy relevante desde el punto de visto gastronómico: la Via Copelle (mañana o pasado mañana comentaré otro restaurante muy notable de la misma), al lado de mi monumento preferido en Roma (el espectacular Panteón) y a 2 metros escasos de mi heladería favorita en dicha ciudad (La Palma -150 sabores-). Sin ánimo de aburrir, recomiendo a todos los que visiten Roma que tomen un helado de la misma -en especial, el espectacular chocolate fondant- y, si barrunta lluvia, vayan de inmediato al Panteón. Si tienen la suerte, que yo tuve, de presenciar el espectáculo de ver caer la lluvia por la cúpula descubierta comiendo ese helado comprenderán perfectamente el porqué de mi consejo.

El sitio presenta un entorno muy agradable. En primer lugar, porque se ubica ya en un bonito edificio -con sus ventajas con forjados-; y en segundo, porque la distribución del mismo presenta diversas alternativas, todas ellas buenas: un Oyster bar perfectamente preparado y, en apariencia, con un extraordinario nivel (gran variedad de ostras y de espumosos), una sala interior a la izquierda, alguna mesa adicional a la derecha y una terraza sumamente agradable. Muy recogida, coqueta, con suelo de laminas de madera y perfectamente dispuesta para el disfrute. Excelentes sillas forradas de cuero blanco, buenas mesas y un cierto ambiente refinado -pero sin pijoterismo alguno-.

Evidentemente, y dado que hacía un día de fábula, optamos por la terraza, en la cual se encontraban unos cuantos entrenadores/managers de tenis (era el Master de tenis de Roma) y algún político de la ciudad. Para acceder a la misma tienes que pasar por el restaurante -de capacidad interior no muy amplia (+/- 30 pax), encontrando ya, de frente, la cocina -limpísima, como el conjunto del restaurante- y el expositor de productos del mar, todos ellos con inmejorable aspecto. La terraza está dotada de una especie de pérgola de tela amarilla y tiene una capacidad de unas 40 pax. En pleno centro de Roma, pero aislado del bullicio eterno que hay siempre en esta zona de la ciudad (salvo que pase una brigada de locos carabinieri, como nos ocurrió a nosotros, incidente sin mayor importancia).

En cuanto a la intendencia, todo fenomenal. Buenos platos -redondos, grandes, blancos-, cubertería, copas y manteles y servilletas excelentes. Todo corroborando la primera imagen que tuve del establecimiento.

Servicio y servicio del vino: Impecable. Esmerado y muy educado (casi de peloteo). Elegantes camareros, perfecto el maître, dominio del inglés (e intentos de farfullar el español). Perfectas transiciones en las copas (optamos por el menú-degustación maridado con 5 vinos), sin prisas, ofreciendo las botellas del vino para una foto, explicándolas. Temperaturas perfectas, botellas recién abiertas, cantidades abundantes en el líquido dispensado. Muy bien.

Buena carta de vinos (también de aguas y cervezas), debiendo criticarse únicamente de la misma la ausencia de una mayor referencia a vinos foráneos (aspecto que deja un poco cojo este tema, con la excepción del aspecto relativo a los champagnes y otros vinos franceses) y un cierto sobreprecio en los mismos (x 2,5/3). En todo caso, quedan recogidas en la misma todos y cada uno de los nombres míticos de la enología italiana (gaja, conterno, soldera, quintarelli, dal forno ....).

Comida: El restaurante cuenta con tres opciones. La carta en primer lugar, especializada en pastas y pescados, con muy buena variedad y precios, en algún caso, un tanto elevados (ejemplo linguini con langosta 50 euros -aunque habría que ver el plato, obviamente-. Algunas opciones de carne. En cuento a los antipasti, son básicamente de productos del mar (Ostras, frutti di mare, erizos ...) y tartare (de langosta, atún, salmón).

Y, junto a lo anterior, dos menús degustación: uno de ellos, de 6 platos (100 euros) -con ostras, tartare de salmón, pulpo, espaguetis con langosta, buey, postre-, con posibilidad de maridaje con 6 vinos (47 euros adicionales). Y el menú de 5 platos (60 euros) con la posibilidad de acompañamiento de 5 vinos maridados (35 euros adicionales), opción ésta que fue la elegida.

Entrante: Benvenuto del chef. Consistente en una crema de anchoas (del cantábrico!!), coronada por una pequeña anchoa en su parte superior. Sencillo, pero bien elaborado, sin que tuviera un apunte sabor salado. Al contrario. Bien.

Maridado con un spumante Valdo cuvee di boj del Veneto. Bonita botella de un prosecco superior tremendamente fresco, un punto cremoso y con la carbónico bien integrado. Muy rico.

Carpaccio de atún con brunoise de manzana verde y sal a la vainilla. Perfectamente laminado el atún (con un magnífico aspecto). Ración más que correcta. Con el contrapunto ácido de la manzana. Presentado sobre un precioso plato trasparente con tonos azules que simulaba el fondo marino. Excelente.

Maridado con un gewurztraminer Tiefenbrunner del Alto Adige. También muy bueno, limpio, fresco, con un leve toque herbáceo, haciendo honor a los excelentes blancos de la zona.

Especialidades del mar doradas. Consistente en una finísima fritura de calamares y gambas acompañadas de canónigos. También de sencilla preparación, pero con una muy buena fritura y, sobre todo, con un género excelente. Hacía tiempo que unos calamares no tenían el trasfondo a mar que tenían estos. Simple, pero encantador.

Maridado con el tercer blanco de la tarde. Connubio del Castello, malvasia del Lazio, aportando un suave punto dulce a la comida.

(Y aquí debo hacer un pequeño receso, pues en ese justo momento accedieron al restaurante unos 8 ó 9 hombres de negocios de aspecto hindú o pakistaní pero de corte europeizado, siendo el último de ellos un calco absoluto de nuestro inefable Julián Muñoz. La misma cara, idéntico bigote, repeinado, calcado hasta la chupa marrón de cazador que llevaba cuando aquél le daba los piquillos a la Pantoja en el Rocío... Que desternille: Cachuli en estado puro!! Evidentemente, debe ser cierto que todos tenemos un sosias en algún lugar del planeta) Volvamos a la comanda.

Plato fuerte: Linguini con ragout de pescado blanco y limón. Una acertada combinación. Pasta al “dente”, con un pescado finísimo (y su correspondiente salsa ligera) espolvoreado con una ralladura de limón que aderezaba por sí solo el sabor del pescado. Con un punto de acidez que nos encanta a quienes nos gustan los sabores un tanto “punzantes”. Muy ricos.

Maridado con un blanco Sallier de la tour. Siciliano de la variedad Inzolia. El más seco y con mayor cuerpo de todos. Quizá el que menos me gustó.

Sorbete de fresas y limones de Amalfi: Dos bolas de sorbete coronadas por un fresón. En su punto perfecto de congelación. Ni duro, ni líquido. Acidez a raudales en el limón y un cierto punto dulzón en la fresa. Muy rico, si bien, pesar del nombre, casi juraría que la procedencia del mismo se encontraba en la ya mencionada heladería La Palma.

Maridado, como no podía ser de otra manera, con un passito pantelería encantador, del cual lamento no recordar el nombre.

En cuanto a los panes, una excelente canastilla, nutrida con 6 variedades de panes a cada cual más rico: semillas, integral, blanco, multicereales, grissinis y de aceitunas. Excelentes.

La cuenta final: 190 euros/2 pax.

En definitiva, un buen homenaje que no te lleva, como en algunas ocasiones ocurre, al hartazgo y revestido de una gran calidad. Un repaso por las principales especialidades italianas en materia de pescado (crudo o en carpaccio, en fritura y con pasta), con un excelente producto y una cuidada presentación. Acompasado todo ello con un acertado maridaje que permite un pequeño recorrido por las principales DO de los vinos blancos italianos. Muy satisfactorio.

Debe recomendarse necesariamente. Es difícil que pueda vivirse lo que yo viví -quién sabe-, pero disfrutarse se disfruta. Un lugar que sirve para demostrar que la vida está compuestas, en ocasiones, de pequeños placeres.

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