No sería el día

De ruta por los magníficos hayedos que nos proporciona la Selva de Irati y con intención de conocer Ochagavía y su pintoresco núcleo urbano decidimos parar en este clásico asador con unas  buenas perspectivas basadas en los comentarios anteriores.

Sin reserva nos plantamos allí y solicitamos mesa para dos personas. Comida orientada hacia lo que es un asador tradicional y una típica sidreria vasco-navarra.

Mesas corridas con bancos, techos altos, salón muy espacioso y diáfano y un buen aroma saliendo de las brasas pero a partir de aquí se nos fueron esfumando nuestras ilusiones poco a poco y a medida que fue transcurriendo la comida.

El servicio algo despistado, algo que terminó empeorando, ante la entrada masiva de un gran autobús de viajeros.

Decidimos empezar con.

 Pimientos Asados del Cristal: (Ya se sabe que eran los mejores ejemplares destinados a embotarlos en tarros de este material, y de ahí viene su nombre) Buenos aunque con la textura un pelín “gomosa”.

 Txangurro : Cualquier parecido con una elaboración que lleve ese nombre era pura coincidencia. En un caparazón de buey de mar había una especie de puré de tomate, puerro y cebolla con alguna hebra  del propio crustáceo. Tomadura de pelo, eso sí a 12€

 Patatas a la brasa : Segundo fiasco de la comida. ¿Cómo puede ser que en un restaurante de cierta pretensión (Y en cualquier otro ,hablando de patatas) te pongan unas patatas de hace dos días?  Eso sí  a 4,50€, lo que en otros sitios iría destinada al vertedero.

 Chuletón de vaca: Al peso para dos personas (34€/Kg) compartimos una pieza de 800gr. Carne de buena textura, buen punto y buen sabor. Lo mejor de toda la comida aunque como se sabe las desgracias nunca vienen solas…

En el aspecto vinícola y ante la pregunta si queremos blanco o tinto, se nos dispararon todas las alarmas.Al solicitar  una carta me vuelven a decir que si quiero la de blancos o la de tintos y ante mi asombro me trae dos listas protegidas por un plástico duro efectivamente  una de blancos con  cinco referencias y otra de tintos de siete. Optamos por media botella de un Ochoa crianza 2012 para pasar la carne.

Solo un paseo por el majestuoso  marco del pueblo y la belleza de toda la naturaleza circundante logró que olvidáramos una comida que no nos levantó ninguna emoción.

Obviamos los cafés y los postres. 60€ cuenta final.