Cena en ALABASTER, restaurante situado en la calle Montalbán, entre el Retiro y el Ayuntamiento. El local está muy bien decorado, en plan minimalista, ladrillo visto y tonos blancos. Dispone de dos amplios comedores y varios reservados, junto a una cómoda zona de barra con mesas altas. A pesar de ser un semisótano, gracias a la acertadísima decoración, el local resulta muy luminoso y acogedor.
Practican una cocina gallega de mucho nivel, con pocas propuestas pero todas muy apetecibles. Viernes noche, menos mal que íbamos con reserva porque estaban hasta arriba. Ambiente un tanto pijillo como corresponde a la zona noble de Madrid donde se asientan. Nos decidimos por cenar de raciones en las mesas altas de la barra, muy amplias y con unas banquetas comodísimas.
Nos toma nota un camarero muy atento que nos orienta perfectamente sobre platos, cantidades, etc. Dos personas, tras un aperitivo de la casa consistente en un trocito de una empanada muy rica, tomamos:
- Sardina ahumada en tosta, con queso de arzúa, tomate y cebolleta. La ración consiste en dos canapés de una sardina brillante y tersa, con un sabor extraordinario. Para comerse una docena.
- Arroz con pularda, hongos y maíz. Servido en una sartencita muy mona, un arroz meloso en su punto de cocción, la pularda deshuesada, muy sabrosa, le dio al guiso un sabor excelente.
- Por último, aquí hay que pedir merluza obligatoriamente, pues es su especialidad. Nos pusieron un lomito, hecho al horno, con una mahonesa de lima muy ligera. Sabor y textura brutal, de las mejores merluzas que hemos probado,
- Como broche dulce, una deliciosa y ligera milhojas con crema pastelera a la canela.
Tienen una carta de vinos impresionante, aunque un poquito subida de precio. Unas 300 referencias y una cava con unas 3.000 botellas, según nos comentó el encargado. Nos decidimos por un tinto de garnacha “Hombre Bala” de Cadalso de los Vidrios, potente y goloso, servido a buena temperatura que resultó todo un acierto.
Servicio muy profesional. Especial mención para el simpatiquísimo Jefe de Sala. En la zona de barra tienen mantelitos individuales y servilletas de celulosa, vajilla y copas de máxima calidad (riedel).
Muy a gusto pagamos los 70 euros a los que ascendió la cuenta, y es que trabajan un producto de primera, muy bien tratado y además en un estupendo ambiente. La única pega que podemos ponerle es que las cantidades nos parecieron un poquito escasas, más adecuadas para una cena que para una comida. Salimos deseando repetir, sin duda volveremos a probar el restaurante, y lo recomendaremos porque merece mucho la pena.