En el local que ocupó, por poco tiempo, el ya histórico Asador Frontón (3), otro cadáver más de esta larga crisis, ha atracado en Madrid otro restaurante cántabro, en esta bendita invasión que estamos sufriendo en Madrid de buenas referencias santanderinas (en este caso Cañadío, que ya había abierto en Conde Peñalver). Vaya Vd. preparado a no tener mesa (ya que los llenos son diarios, con gente guapa incluida) y sin ninguna pretensión de alcanzar el estrellato michelín, como segunda marca de la casa matriz, tienes una amplia barra (con un horario de restaurante, lo que imaginamos se corregirá más adelante) y un servicio eficaz y profesional. Nuestra cena, que improvisamos sobre la marcha, y postados en los taburetes de unas mesas altas tras la barra, consistió en clásicos de La Maruca: Ensaladilla rusa (8,50 €); Alcachofas a la plancha (12 €); Rabas de Santander (14 €) y pulpo a la plancha (13,50 €). Quizás el plato menos conseguido, cuando has estado muchas veces en Santander, las rabas (siempre los boquerones en Málaga saben distintos). Para trasegar estos platillos, dos copas de blanco, Rueda Monteblanco (2 €) y un albariño Torre de algo (2,5 €) mucho más recomendable el primero, ya que el segundo no dice nada. Pan (algo seco y duro y picos 1,5 €) un martini rojo (2,05 €) y dos cafés muy bien hechos (1,3 y 1,4 €). Y aquí viene el estrambote: en un cántabro que se precie, NO TE PUEDEN REJONEAR A 4,50 E CON UN ORUJO BLANCO, porque aunque hayas comido ambrosía, la comida se la han cargado. Precio que no guarda proporción con los precios de los gin tonics que abundan tras la cena. Sr. Quirós, cuando vaya a Gómez Oreña voy a estar atento qué sucede en este capítulo.